martes, mayo 18, 2010

El noveno cuento

Llama a la línea de taxis que siempre usa, y más de madrugada. El taxi la recoge en Génova casi en la esquina con Reforma. Cierre la puerta, da la dirección y mira por la ventanilla. El Taxista va oyendo un programa de radio extraño, ella lleva el teléfono en la mano y marca ese número que ya se sabe de memoria. No calcula la diferencia horaria. da siete tonos, ocho, diecinueve y nadie atiende. Es madrugada y apenas hay coches por las calles. En Matías Romero el taxista cambia de emisora. Ella cree que está cogiendo un camino incorrecto y se la hace saber. El taxista contesta que el cree que ese camino es mucho mejor. Se queda callada. Poco después giran en su calle. EL taxista se detiene y cuando va a pagar el taxista le pregunta que si le podría hacer un pequeño favor. Ella mira la calle, la calle vacía, la ciudad contenida esperando el amanecer. Por un instante se arrepiente de todas las decisiones de su vida que la llevaron a terminar viviendo en esa jaula infinita, siente el pánico de la leyenda. El taxista le dice que lleva desde algún tiempo escribiendo unos cuentos, que no los ha leído nadie pero que le gustaría una opinión objetiva. Ella sonríe, pero sonríe más por ver que sus temores bestiales se diluyen, que su breve paranoia queda en una anecdota y acepta. El taxista coge del asiento del copiloto una carpeta con folios. Quedan en que en unos días pasará por ahí mismo a buscarlos:

.- Si usted no quiere darme su opinión hablada, me puede dejar una hoja con sus reflexiones y críticas dentro de la carpeta.

El taxista no acepta el dinero que cuesta el trayecto. Se despide con un buenas noches y entra en el portal. Sube hasta su casa. Abre la puerta y enciende la luz. Se lanza en el sofá, coge las hojas empieza a leer, pero la borrachera la hipnotiza y la duerme. Despierta destrozada por la intoxicación etílica y con la carpeta a un lado. Llama al trabajo. No va. Se pasa el dia entero leyendo los cuentos. Ella no es precisamente una gran lectora, pero los cuentos le resultan desconcertantes por distintos, por peculiares.

El primero va de un mono que se pierde en el distrito federal. El segundo va de un trayecto en taxi que empieza y termina en el mismo punto y en el que taxista y cliente van pensando paralelamente en sus vidas si llegar a dirigirse la palabra más que lo necesario para hacer recorrido y pagar. El tercero es la historia de una chica de helio. El cuarto la hace llorar por que va de un padre que pierde a su hija en el parque de atracciones. Antes de leer el quinto baja a comer aun restaurant que hay enfrente de su casa muy agradable y entrañable. Sube, se queda dormida, marca de nuevo y de nuevo nadie atiende. Sigue leyendo. El quinto es un cuento inexplicable. El sexto no lo entiende. El septimo y el octavo son muy parecidos pero con distinto final. Anochece en la ciudad y empieza a leer el noveno. El noveno empieza con una mujer que llama a un taxi, el taxi la recoge en Génova casi en la esquina con reforma. Sabe desde ese instante que lo que va a leer a partir de ese instante es el trayecto de la noche anterior. La mujer llama por teléfono. Todo lo que lee es ese trayecto desde el punto de vista del taxista. Lee descripciones sobre si misma que le cuesta afrontar. Termina el cuento como terminó el trayecto. Cuando termina de leer el cuento comprende, entonces, que el taxista, que le viaje y que seguramente esa ciudad no existen, que todo es parte del cuento y ve desde la ventana como todo se acaba.

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