miércoles, mayo 26, 2010

Escena en la terraza del chiringuito

Los de la mesa de al lado están viendo unas fotos. A ratos sorbo mi cerveza, a ratos miro el mar desde esta terraza con vista privilegiada, a ratos trato de comprender si hay un orden en ese movimiento constante de los tres camareros entre las mesas. Hay un bullicio que no perturba, el sol va bajando y siento algo parecido al sosiego. De vez en cuando trato de descifrar la conversación de los holandeses y trato de ver las imágenes de las fotos que se pasan entre ellos. En una de ellas creo que he visto a la chica con un tipo que no está en la mesa. Están muy abrigados y he pensado que extrañamente los turistas también tienen inviernos. Tiendo a creer que salen del subsuelo, que son parte de algo hueco y sin embargo esa foto con bufandas y abrigos les otorga una vida en otros meses, en otros lugares, cuando no son turistas sino gente. El más mayor, que va sin pareja ha reído sonoramente y me ha parecido desconcertante ese tono, ese volumen en la risa. El chico más joven que está sentado al lado de la chica que no habla se ha levantado y ha seguido el camino al baño, la chica que no habla me ha mirado y me he sentido indiscreto y capturado. He rotado los ojos pero me he sentido, si cabe, más ridículo tratando de disimular. Luego he visto pasar un vendedor de relojes y gafas de sol por el otro lado de las sillas, he seguido su camino hasta que ha pasado a mi lado y me ha enseñado su mercancía con desgana, sabiendo de antemano que no voy a interesarme por nada, ha seguido por ese laberinto encubierto que son las mesas y las sillas de toda la terraza. En una mesa de Alemanes le han pedido ver las gafas, pero han rechazado los precios. Luego el vendedor se ha desviado en la puerta del baño. El chico joven de la mesa de los holandeses sigue allí e imaginado ese encuentro casual. He bebido dos tragos largos de cerveza y he dibujado una línea larga en una servilleta, he pensado que llevo una vida entera haciendo esas líneas sin saber muy bien que significan, he trazado una paralela a la anterior y luego un trazo anárquico, por alguna razón he pensado que tiene que ver con mi forma de razonar e incluso con mi manera de sacar conclusiones. En ese momento he levantado la mirada hacia la mesa de los holandeses, seguían con las fotos y he caído en cuenta que el muchacho seguía en el baño y que se habría encontrado con el vendedor de relojes y que ambos seguían allí. EL holandes más mayor ha cogido la última foto que andaba dando tumbos de mano en mano y se la ha pasado al tipo que veo de espaldas. En la foto está el chico que está en el baño sosteniendo una lampara que emite una luz rojiza, a su lado hay una escultura que simula un árbol de formas muy cuadradas, muy geométrico. Me ha parecido un árbol de un mundo en el que no quedan árboles. Me he puesto en pie y me he ido al baño, había algo allí que debía descifrar. El tamaño, si había varios retretes, si el muchacho y el vendedor se habían visto, la duración exagerada de las visitas de ambos al baño. Si era un encuentro casual o quizá programado. Según caminaba he pensado que quizá el vendedor de relojes y gafas podría ser además vendedor de hachís y marihuana y no era más que la cita para una venta. He abierto la puerta, la luz estaba encendida, el muchacho estaba llorando frente al espejo, el vendedor estaba orinando en uno de los retretes con la puerta abierta. No he sabido que hacer. El chico me ha mirado y se ha secado sin disimulo las lágrimas, el vendedor ha tirado de la cadena y se ha girado, nos ha mirado con desconfianza. El chico ha entrado en el retrete del que ha salido el vendedor, el vendedor se ha lavado las manos, ha recogido la mercancía que tenía apoyada en la parte del lavabo donde están el secador y los jabones y ha salido, el muchacho holandés ha orinado con la puerta cerrada, se oía el chorro por todo el baño, ha tirado de la cadena y ha salido, no se ha lavado las manos y ha seguido de largo hacia afuera. Me he mirado en el espejo las entradas, me he mojado un poco el pelo y he vuelto a salir. Cuando me he sentado he descubierto que el chico holandes se había cambiado de sitio en la mesa, la chica seguía callada y el más mayor ya no estaba. Había cierto cambio de tono en el ambiente de la mesa, pero un cambio poco apreciable. La chica me ha vuelto a mirar y ha sonreido. El chico holandes en ese momento ha descubierto que yo estaba ahí y me ha dado la sensación que me ha relacionado con el tipo que le ha visto llorar en el baño. Ha dicho algo al que veía de espaldas y este se ha girado y se ha puesto en píe. Se ha acercado y en un muy mal español me ha dicho que si me podía sentar con ellos. En ese momento me he puesto en píe y he salido corriendo. He corrido el paseo marítimo. Unos doscientos metros más adelante he visto sentados en el muro bajo al vendedor con el holandés más mayor. Se daban la mano en ese momento. No he parado de correr hasta el coche. Lo he encendido y ha saltado la radio. Daban las nueve de la noche.

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