martes, mayo 11, 2010

Dobles

¿Doble vida? Yo no lo llamaría exactamente doble vida. Siempre soy, fui y seré el mismo. Como una vez me dijo una amiga:"Uno se carga puesto". Así que yo no lo llamaría doble vida. No era feliz. No era infeliz, pero no era feliz. Este debate sólo surge en una generación como la nuestra, en un mundo hastiado y cansado de si mismo como el nuestro. Somos la generación de insatisfechos y yo fui el paradigma de esa insatisfacción. Tenía una carrera que me agradaba pero no me enloquecía. Mi vida universitaria fue divertida, bastante rica y me proporcionó bastante conocimiento. A ratos viajábamos como beatneaks por Europa en trenes pagados de antemano, a ratos éramos intelectuales hablando de política exterior y del conflicto balcánico. Lo mismo leíamos a Borges que a Brillat Savarin que Bertrand Russell. Hablábamos de Latinoamérica, de Ruanda o de historia húngara. Luego aquello se fue acabando. La gente se fue colocando en buenos puestos a la salida de aquellos estupendos masters, pero algo se había quedado a medias. Entonces nos convertimos o me convertí, porque hablar de los otros, en una división de cosas. Durante ocho o más horas iba de traje, después iba de Converse. De día me reunía y decidía, aplicaba aquel conocimiento del master, de noche volvía a las sensaciones beatneaks y las noches de marihuana en habitaciones de hostales en ciudades europeas. Por el día me sentaba en aquella sala, en aquel ritmo que me gustaba pero no me llenaba, a cambio salía y me convertía en aquello que también era: Libre, experimental, algo bohemio, un tipo sin ataduras. Tenía inquietudes creativas y vitales que no coincidían con las horas de despacho, así que en los ratos libres me transformaba. Siempre, sin embargo, hubo un punto en común. Tanto en el despacho, como en el otro lado, donde aún fumaba y salía y experimentaba con mi vida y aún era un pseudo beatneak, todos me decían que era igual, sorprendentemente parecido, a Bruce Willis, pero a Bruce Willis con mi edad, al Bruce Willis de Luz de luna. En la oficina, en aquella seriedad, en aquel ritmo frenético, ausente de humor, mi mote era la pizca que convertía el despacho en algo un poco más alegre, levemente más divertido: "Bruce, te paso el informe" "Bruce, ¿te puedes reunir en media hora?". Cuando me quitaba el traje y volvía a las converse rojas, a los vaqueros rotos, a relaciones fugaces e insatisfechas era Bruce. En ambos mundos era Bruce. Así que fue pasando el tiempo y la distancia entre mis mundos acrecentándose brutalmente, unidas sólo por mi mote, por mi parecido. El puente de unión de todo era Bruce, Bruce Willis en luz de luna. Llegué a los 30, las dudas sobre mi existencia. ¿Era ese el camino correcto? Peleado entre la solidez del despacho y la insatisfacción del mundo exterior, Bruce volvía tantas noches a casa con el desasosiego de una vida que no era la mía.

Pero la vida es azar. Alguien lanza un dado. Un producto encarga una campaña, un creativo publicitario recuerda Luz de luna y ve el filón y la conexión del producto con la serie y el target. Alguien hace un casting, se lanza la rueda y un dia, a la salida del despacho, un compañero me dice:

.- Bruce, tengo un amigo que trabaja como realizador de publi. Andan buscando a un doble de Bruce Willis para un anuncio.

Y fui, claro. Le debía algo a mi mote. Fui por humor y por cansancio. Probaría algo nuevo en esos días de desgaste, de desesperanza. Pasé, me eligieron como doble. Yo protagonizaría la campaña. Pedí tres días libres en el despacho para el rodaje y las sesiones de fotos. Nunca más volví. Me convertí en el doble oficial a nivel mundial de Bruce Willis: Campañas, fotos con el Bruce Willis real. Rodajes de películas en las que protagonizaba los flashback de Bruce Willis, sus recuerdos del pasado. Anuncios en Japón, fotos en Turquía. Publicitáriamente me había convertido en un filón. Mi trabajo era suficiente pero nada excesivo. Quedó atrás aquella vida. Desde entonces soy Bruce Willis 2 o el Bruce Willis más joven y fui considerablemente más feliz.

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