martes, febrero 02, 2010

La melodía universal de Antoine Murea

Hay una zona en todas las ciudades que parece que ya no es la ciudad. Una zona donde podría ser cualquier ciudad y sin embargo no pertenecer del todo a ninguna; donde comienza una especie de frontera, de límite, aunque geográficamente no esté en ese límite. Son zonas poco o nada habitadas, rodeadas de no lugares, atravesada por vías de tren que vienen de la estación central y avanzan hacia otras ciudades, con muros envejecidos a los que les faltan trozos y no se sabe muy bien que es lo que dividen y edificios que están abandonados y que jamás fueron bonitos. Ahí, en un lugar poco predecible, vive y pasa sus horas Antoine Murea.

Antoine Murea es indefinible y, como esas zonas que no parecen ciudad, es una interrogación, un límite. Su casa es un espacio abierto en uno de esos edificios abandonados, ahí pasa las horas. Apenas ve a gente. Vive y pasa sus horas buscando la esencia de un sonido que, por otro lado, da la sensación que jamás va a encontrar. Rodeado de objetos que uno no sospecharía como instrumentos, Antoine busca en ellos la melodía del universo. Latas de comida, objetos de metal encontrados en las fábricas abandonadas que rodean su casa, papeles, plásticos, cristales, maderas, vasos, copas, cuerdas. Su casa es un laberinto de objetos hilados entre ellos, un enjambre de hilos que se siguen, juntando una turbina y un papel arrugado, una palangana llena de agua que al girar gotea con precisión sobre una tapa de madera, un vaso que es rozado por un plástico húmedo. La idea final de Antoine Murea es hacer girar el primer objeto y que suene la melodía precisa y exacta que, según él, daría origen al universo. La casa es un museo ordenado, bajo un orden imposible de descifrar, de un mundo de desechos, el resultado al final de la cadena de la civilización. En eso cree poder encontrar la melodía primaria del orden primero, la canción primitiva. A su modo todos esos objetos colocados en ese espacio abierto que es su casa son un cosmos único e irrepitible, organizado bajo un sentido inalcanzable como todo universo. La melodia de Antoine es a su vez, la melodía de un universo del que es su Dios. La imagen es bestial. Todo cuelga y depende del sonido del objeto anterior, todo gira y hace girar, todo se resiente y hace confluir, cada giro hace girar, cada sonido independiente se une a un acorde, cada acorde avanza hacia la melodía inicial. Al sonido que generó el universo según Antoine Murea. Y así habita, recopilando objetos y componiendo, de manera matemática, la canción del principio del mundo. Así cuelgan los objetos de Antoine Murea, dependiendo de su razón, que como toda razón esta fuera de cualquier sentido total.

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