miércoles, febrero 03, 2010

Illot, dibujante de cómics


La luz viene como un anuncio, como una masa en aumento, por el lado de la costa. Hay un color, en ese momento, que es imposible y cotidiano. Amanece. Por la ventana entra esa luz imparable que a cada segundo crece y va aumentando de intensidad por las paredes, por el suelo, por el aire. Se despega de la ventana y apoya las manos en las hojas esparcidas en la mesa, donde la luz también deja notar su crecimiento matinal. Elige entre las acuarelas y los lápices y recorre, como si avanzara por un camino por el que pasa cada mañana, el primer trazo de ese rostro. Los siguientes minutos se suceden en esa secuencia de movimientos manuales sobre el papel que terminan dando forma al rostro del protagonista. La mirada melancólica y reflexiva, ausente y cercana, el personaje deambula por un mundo vaporoso, rodeado de trazos intensos pero sin formas concretas que acentúan sus rasgos personales. Levanta la mano del papel y se queda mirando esa cara que tantas veces ha recorrido ya, esos pómulos que conoce de memoria, las gafas que tanto le costó diseñarle al principio. Conoce sus trazos que son sus formas que son su rostro. Es el personaje protagonista, el héroe de la historia. Se ha reunido en esa ceremonia tantas mañanas que casi siente que puede hablar con él, que casi le ve salir del papel y deambular por este otro universo que en el fondo no está tan lejos del que recorre él, ahí dentro, mientras avanza su historia. El amanecer se impone y llega ese momento en el que la luz, relativamente, se estabiliza. Ya no cambia a cada segundo, aunque realmente si lo haga. Ya no es esa variación de tonos tan constante, tan creciente, ahora la luz parece la misma durante muchos minutos, casi toda la mañana. Lanza otro trazo y repite el gesto, sigue moldeando ese rostro que conoce como el plano de la ciudad en la que vivimos. Ahora el personaje avanza por calles que tampoco existen, que son ecos de calles que si ha visto en la realidad, pero son calles dibujadas sobre ese papel para que el personaje avance y exista. El gesto es siempre parecido, el gesto del que busca y no encuentra, las calles no dejan ver nada de lo que pretende. Su mano recrea la búsqueda con exactitud porque de algún modo su mano busca del mismo modo que el personaje busca entre esas calles irreales, inventadas sobre un papel. El autor, de ese modo, se parece al protagonista. Ambos buscan uno en la ficción, el otro con sus manos sobre el papel, con el gesto preciso de cada trazo. Ambos buscan la traducción de las sensaciones, de un universo interior que hay que convertir en formas muy precisas. El autor que dibuja y traza los pómulos, los gestos avanza sobre la historia, mientras el protagonista la vive allí, en el lado del papel. ¿Quién dibuja al autor?¿Quién le crea? ¿Quién hace que Illot mueva la mano y lance los trazos? ¿Quién le pinta en la mañana mientras el pinta al protagonista? ¿Quién carajo dibuja y crea los trazos del que dibuja a Illot? ¿Quién abre, de todos, la cadena infinita?

2 comentarios:

illot dijo...

Eso me pregunto yo, ¿quién?

Anónimo dijo...

Sois los mejores!! Tengo unas ganas de verlo publicado!!!!

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