miércoles, febrero 24, 2010

Lector desconcentrado

Dejó el libro sobre la mesilla, suspiró y pensó en el dificil equilibrio que necesita la mente para la concentración. Nada, por más que luchara, podía hacer esa noche contra esa mosca inaudible pero de sonoridad ruidosa que es la desconcentración. Pensó en manejar lo que pensaba, pensó en diluir aquello que gobernaba dictatorialmente su cabeza pero la cabeza es una autopista: dos direcciones con varios carriles para cada dirección. Había tratado insistentemente de avanzar, de superar aquel párrafo. Los días previos la lectura de esa novela le estaba resultando formidable, pero todo lo acontecido aquella tarde dinamitaban el argumento, o la sensualidad que necesita todo argumento con todo lector. La cabeza se escapaba de la hoja, de las descripciones. Fue así como, sin avanzar o avanzando sin desplazarse, decidió dejar el libro sobre la mesilla y abandonar cualquier intento de seguir leyendo. Fue a apagar la luz y sintió la dolorosa derrota: ¿Cómo podía gobernar de aquel modo los hechos de la tarde sobre su deseo de no recordarlos, sobre su deseo de escapar en la lectura, en aquella narración donde todo debería evaporarse? No apagó la luz, no aceptó la derrota, cogió de nuevo el libro y lo abrió:

"...mientras volvía sobre sus pasos"... no sabe, ella no sabe ... "...mientras volvía sobre sus pasos" ... no tiene sentido nada de lo que dijo esta tarde..."mientras volvía sobre sus pasos, recordó la cálida mañana que despertó en el trópico"... y luego el café enfriandose, y ella hablándome de mi indiferencia... "mientras volvía sobre sus pasos, recordó la cálida....".... y el tono, sobre todo el tono y la recriminación. Se fue enciendo sola. Yo no debí decir lo que dije después, es cierto... "...la cálida mañana que despertó en el trópico y comprendió que su vida y su destino...."... pero la escena, todo lo que vino después...." ...y comprendió que su vida...."... no soporto esas escenas, todo el café mirandonos..." que su vida y su destino habían girado definitivamente hacia..."...y ella que lanza la taza, y se desparrama el té por el suelo...." girado definitivamente hacia la remota e insalvable..." y la señora de la mesa de atrás que grita porque la taza revienta en el suelo " ..hacia la remota e insalvable distancia del tiempo..." y me puse en pie, ¿Cómo no iba a ponerme en píe? "... distancia del tiempo donde ella..." y me quería ir, pero ella siguió y yo que no entiendo esa violencia y me empuja... "...donde ella jamás..." .. y caigo al suelo, y alguien ríe y la miro, y ella "...donde ella jamás volvería..." y me giro y mientras vuelvo sobre mis pasos recordé..."...donde ella jamás volvería..."

1 comentario:

Anónimo dijo...

hay momentos que ni el más sagrado refugio sirve de nada.
salud!

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