jueves, febrero 04, 2010

El Oso.

Me llaman gigante, aunque mido poco más de metro sesenta. No soy enano, pero soy muy bajo. Mi compañero si es enano y le llaman el enano y todo se acentúa cuando andamos juntos, porque a mi, que me llaman gigante, y a él, que le llaman enano, no nos hace gracia ninguno de los motes ni para uno ni para el otro. Paradójicamente cuando andamos juntos vamos el Gigante y el Enano. A mi me parece cruel, porque mi mote acentúa su poco tamaño y mi baja estatura y el suyo ratifica su condición y me acerca a mi a la enanez. No soy enano, pero casi y andar con un enano me hace, si cabe, más enano que gigante. El juego es complejo y vil, pero en esas andan siempre los payasos, también los forzudos. A los forzudos nadie les pone mote, no al menos en voz alta y los payasos, como ya se sabe, andan siempre tristes y nadie es tan cruel de hacer herida en esos tipos tristes. Ni siquiera les llaman los Payasos, les llamamos por su nombre: Dominique y Tristán. Que siempre andan por las caravanas. Cada uno independiente del otro, en vidas paralelas pero ajenas y separadas. Hace años no se hablan por que los dos se enamoraron de Leticia, la trapecista. Ella no lo sabe, porque Leticia, de algún modo, jamás baja del trapecio. Baja, si; pero no baja. Baja el cuerpo, un cuerpo rotundo y hermoso, pero no baja Leticia, que siempre, aún no estando, da vueltas por ahí arriba, por esa forma de cielo que es la parte alta de la carpa. Ella ignora o ignoró aquel amor doble. Dominique y Tristán a la vez, en aquel verano que viajamos hasta el Este y que fue el verano en el que murió Fabio, el domador y sus animales, por motivos desconocidos. Desde entonces Leticia no baja, baja, pero no baja y Dominique y Tristan no se hablan. Yo no lo entiendo. Yo nunca me dejo de hablar con nadie, ni siquiera con el Oso, mi Oso. Lo cuido, lo educo, le enseño los trucos y trato de que evolucione como actor de escena, sabiendo, claro, que en el fondo es mi propia ilusión, pero noto mejorías en sus presentaciones y las peleas con el luchador son cada vez mas creíbles, mas honestas. Al Oso le quieren todos, hasta Leticia que es, generalmente, con el único que habla. Es al Oso a quien le cuenta sus penas y sus divagaciones y yo creo, que como Dominique y Tristán; el Oso, mi Oso, también ama a Leticia...


PS: Boceto de historia por concluir, imaginada en un tren de vuelta a casa. A su manera, el tren, también es un circo

1 comentario:

stel dijo...

El tren es un circo que a veces evoluciona a lata de sardinas. Esperaré como acaba la historia :)
Y buen viernes!!

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