lunes, febrero 22, 2010

Soy lluvia cuando llueve

Podríamos extender, y mucho, sobre la influencia de la lluvia sobre las emociones, sobre la percepción, sobre el optimismo. La lluvia y sus melancolías. Cuando cae, ya se sabe, no cae sólo agua, la lluvia viene repleta de cosas. Pero no es exactamente de esta influencia emocional la que yo quería comentar. En mi caso, el efecto es mayor. No ya porque sea un nostálgico, sino porque cuando llueve yo también soy lluvia. Soy lluvia o la lluvia me vuelve lluvia. O afinando más aún: la lluvia me va desmenuzando. Llueve y todo va bien si estoy en casa. La ventana deja ver el agua, la luz apagada y gris, los pequeños ríos abajo deslizándose hacia las alcantarillas, donde arranca una existencia inexplicable. Agua que cae al agua y que se van hacia otro agua. Una cadena engimática que vaya uno a saber donde termina, si es que termina. Lo malo, lo complejo, viene si la lluvia me alcanza fuera de casa, si voy corriendo por la calle en busca de soportales o marquesinas para defenderme del que es, seguro, mi peor enemigo. Llueve, van cayendo esas puntos, esas comas del cielo, en esa forma de texto indescifrable y misterioso que es la lluvia. Va cayendo y, siempre pasa, me empiezo a deshacer. El problema, mi descomunal problema, es que cada gota no me moja, sino que vuelve esa zona que debería mojarse en agua que se desliza. Mi piel se vuelve gota y cae y se junta a las gotas del agua. Cuando llueve yo soy lluvia y me deshago, no me empapo. Entonces comienza el lío porque no me deshago de golpe, sino que me voy desmoronando poco a poco, me voy haciendo gotas que se van yendo unas detrás de otras, pero no conjuntamente. Por allí va una gota que previamente fue un trozo de dedo, por allí va agua deslizándose sobre el otro agua, camino de las alcantarillas, que antes era oreja. Me deshago y me junto a los ríos de la lluvia. Hago el viaje, pero hago el viaje a mil partes porque cada parte es una gota que va en ríos distintos. Cae y no me deshago del todo, voy corriendo mientras aún queda todo el pecho, parte de las piernas y ya por las alcantarillas la lluvia se ha llevado los brazos, algunas partes de las piernas. Llueve y yo también soy lluvia, y lo malo no es eso, lo malo viene después, cuando los ríos se juntan a otros ríos, los desagües se amontonan y todo yo está separado, lejano cada parte de lo demás. Lo complejo, lo imposible, el gran puzzle de mi vida es rehacerme por completo cada vez que llueve. Así que si me quejo de la lluvia no es por nostalgia, no por la incomodidad de las calles y el tráfico. Si lo hago es por eso, es porque cuando llueve me deshago y tardo tanto, tanto, en rehacerme y además, en cada nueva formación, siempre, algo, no vuelve. Siempre algo desaparece en la lluvia, en los ríos, en el agua. Gotas que no vuelven.

1 comentario:

illot dijo...

tremendo!

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