viernes, septiembre 11, 2009

Trece años después

Estaba escribiendo un texto sobre aquella chica pero cuando llevaba unas cuantas líneas he borrado lo que llevaba. Ella ahora vive en Florida con sus dos hijas y ficcionaba una realidad que desconozco absolutamente. En trece años poco se de su vida salvo el encuentro veloz a través de internet que tuve anoche con ella. Con frecuencia recurro a la ficción para dibujarme realidades que desconozco y dibujaba una situación a partir de cuatro datos superficiales que tengo sobre su vida ¿Que hace ella en Florida?¿ Por qué dijo Florida y no una ciudad exacta? Me habló de Venezuela, de lo díficil que le resultaba vivir en Venezuela, la violencia, el peligro, la inseguridad. Ahora aprende inglés y cría a sus hijas. Fue madre joven. Su marido va y viene al país. "Es duro" dijo, "pero mejor así". He imaginado una vida, la he imaginado conduciendo por una carretera de alguna parte de Florida, por alguna razón la he puesto al volante de una cuatro por cuatro gigante de estas, de las que desconozco los nombres, con los cristales ahumados. No suena la radio, va sola y se para a comprar algo para la casa, para las hijas. Esta en medio de algún lugar de lo que yo imagino que debe ser Florida. Hay un letrero alto que anuncia el nombre del supermercado, ella aparca el coche en un estacionamiento al aire libre, debajo de una palmera que sale de la acera. Hace calor o eso percibo, siento humedad y la hago a ella sentir esa humedad. Con torpeza recuerdo su voz de hace trece años, cuando me hablaba con dulzura. Ahora, mientras charlo a través de las teclas con ella, recuerdo rasgos de su personalidad que vienen difusos. Ella recuerda mi guitarra y dice que incluso recuerda canciones que yo tocaba. El recuerdo me da pudor. Soy incapaz de no sentir distancia hacia ella. Pasé tantas horas con ella, tantas y ahora tecleo y no se quien es. Veo una foto, ha cambiado poco. El alargamiento invisible de algunos rasgos, el gesto mas serio, las marcas ocultas de los giros vitales, la existencia que va dejando rastros mudos pero que sin embargo modifican aquel rostro adolescente. Está con su hija que ahora me cuenta que le gusta la música "como a tí". La niña se parece a ella, ella se parece a la madre, aquel rostro de su madre que ahora recuerdo difícilmente. Le preguntaría mil cosas, charlaría sobre el pasado, pero se que ella no va a entrar ahí, seguramente ni a ella misma se permita en la soledad entrar a aquellas imágenes. Me habrá guardado con la guitarra, algunas canciones, algunas frases, pero no entrará a mas. Yo peco de lo contrario, de entrar en exceso en todas esas cosas, en el recuerdo, pero hoy no lo voy a hacer. Ella está en Florida, yo en Madrid. Siento un golpe parecido a la fascinación, veo rutas, líneas que siguen trayectos. Me veo acostado en el sofá de su salón, sobre ella y ahora me veo tecleando con pudor a alguien que realmente desconozco. Luego me pregunto otras cosas. Hay tanta gente que se fue a Florida, a Miami y trato de imaginarme esas vidas allí, el porque termina tanta gente en ese lugar que me imagino la capital mundial del no-lugar. El error mas profundo. Una ciudad hecha de periferias, que no tiene epicentro, una abstracción. Por eso la imagino a ella en ese coche, con los cristales ahumados. Recorre calles y no está, no se que es lo que no está, pero no está. No está el reflejo. Hay almas nomadas que van, un haz de luz que pasa prefigurando en ese lugar la fantasía que quiere realizar. Espectros, eso es. Espectros que van sobre el asfalto. Recuerdo la sensación de un plató cuando nadie graba, que las luces están apagadas, el set un poco descolocado y se ve el truco, el truco infinito de la televisión. No hay alma, está el plató vacío y ni siquiera hay fantasmas. Los fantasmas se aburren en un sitio así. Eso es lo que imagino. Ella escribe desde un lugar que desconozco ¿Me habla desde su casa? Muestra curiosidad por mi vida, pero siempre con distancia, pero una distancia en ella misma. Conversación de ascensor en la era de internet. Y yo cuento las superficialidades de la vida, las que menos interesan, el trabajo y cuatro gilipolleces mas. Debajo, aunque ella lo evite, está la bomba. Me quedo con las ganas de preguntar escenas, recuerdos que han estado viniendo esporádicamente estos trece años, pero el plató esta vacio, nadie graba y las luces se apagaron. Quizá por eso la ficción me lleva a ese cuatro por cuatro que avanza sobre el asfalto de una carretera de Florida. El simbolo de nuestra conversación. Un coche que avanza por un no-lugar sin destino fijo ¿Quien nos lo iba a decir?

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