jueves, septiembre 24, 2009

La isla circular

Recorrimos la isla. No tardamos mas de una semana. Lo hicimos de manera circular, sin profundizar demasiado el centro. Siguiendo básicamente el camino que traza el litoral. Al terminar la vuelta completa yo pensé que el viaje había sido corto, mis otros dos compañeros sin embargo estaban agotados y decidieron volver a casa. Yo me detuve en el punto que marcaba la primera vuelta y decidí dar otra vuelta. Arranque en solitario. Una semana después había completado la segunda vuelta y aún así sentía que me había dejado cosas por ver. La isla, como toda isla, tenía algo inabarcable. Como si en su esencia cerrada,su territorio definido, marcado, hubiera zonas invisibles. La isla se extendía mas allá de su territorio. Como si su frontera constante con el mar, se alargara bajo el agua. Había algo de indescifrable en su geología violenta, también en su frondosidad. Sus paisajes prolongaban su impresión en la memoria y durante mucho tiempo parecía que la visión quedara afectada por ese territorio, también el estado interior, las emociones, la percepción de la realidad. Comprendí cosas nuevas en la segunda vuelta, pero comprendí también que su misterio era mas inaccesible. Dudé un tiempo, quizá dos días, al tercero emprendí la tercera vuelta. En esta tercera vuelta noté cambios en la naturaleza provocados por el leve cambio estacional. Dos semanas se habían dejado notar en la vegetación, también en la luz. Aprecié algunos paisajes que habían pasado inadvertidos en las dos primeros vueltas, contemplé los que ya había visto, afectados por las leves variaciones climatológicas. El cambio de colores, la diferente frondosidad. A mitad de la tercera vuelta me detuve en un acantilado y vi algo que aún no comprendo, vi a unos metros de mi a mi mismo y a mis dos compañeros que ya estaban en casa. Ajenos a mi presencia. Ajenos, si cabe, a todo. Decidí seguirles. La segunda mitad de la tercera vuelta se convirtió en una persecución a mi mismo y a mis dos compañeros. Al completar esa tercera vuelta empecé a comprender. Mis dos compañeros se retiraron, mi yo duplicado continuó. Entonces concluí. El estaba empezando su segunda vuelta, por alguna razón, yo que empezaba mi cuarta, iba por delante. Así que mi cuarta vuelta se convirtió en una observación meticulosa de mi segunda vuelta. Ví de nuevo lo que vi en la segunda vuelta en mis ojos nuevos. Vi esa segunda vuelta desde mis ojos de la cuarta vuelta. Ciertamente saqué conclusiones que no había sacado entonces. Cuando di aquella vuelta que ahora me veía dando de nuevo. Al terminar se repitieron en mi yo duplicado las reflexiones y los actos que me llevaron a repetir la tercera vuelta, sin embargo yo empezaba la quinta vuelta a la isla. Al llegar a la mitad de la quinta vuelta, mi yo duplicado tuvo la revelación que yo había tenido previamente, se encontró en el acantilado con el mismo duplicado y mis dos compañeros. Demás está decir que el repitió lo que yo ya había repetido, pero fue en ese instante preciso, que comprendí el abismal problema, miré atrás y allá, trás unas piedras había otro yo que no había visto. Comprendí. Si, yo estaba en la quinta vuelta viendo al de la tercera encontrase con el de la primera, pero el que me miraba desde allí, desde atrás era yo mismo en una vuelta por delante. Me acerqué, le di la mano y paramos el tiempo.

1 comentario:

Guy Monod dijo...

La Invención de Leprince

Mi lista de blogs

Afuera