jueves, septiembre 17, 2009

Caballo sin nombre

No es ahora una cuestión de metáforas, un juego de dibujos animados, la humanización animal de una película de disney. Esto es serio. Más que serio profundo, inquietante. Sigue ahí. Ahora permanece callado, pero desde que ha entrado no ha parado de hablar. Pausado si, despacio, con una voz grave, de locutor antiguo. Mira sin mirar o mirando desde un tiempo atrás, porque de ahí parece venir, de la lejanía imposible del pasado. Tiene intenciones o eso me parece, y son directas y ya las ha logrado. Dejarme fuera de sitio.

Ha sonado un golpe en la puerta, era de noche ya, estaba en la cama con la lampara encendida, leyendo los últimos párrafos de ese capitulo que tenía a medias. Ha sonado varias veces ese golpe seco que me ha producido primero extrañeza, por la hora, luego cierta tensión, por el mismo motivo. He caminado descalzo, el suelo ya va estando frío, se anuncia el otoño en cada pisada. Abro la puerta y comienza el asunto, esta historia. El visitante saluda y siento que mi vida cambia. El de raza Arabe, frente amplia, ojos grandes, su capa es oscura, las crines lisas. Mantiene las cuatro extremidades quietas antes de solicitarme que le deje pasar. Le miro cruzar la puerta al paso. Ese ritmo acompasado, musical, que tanto recuerda a un metrónomo. Voy detrás de el, que va firme hacia el salón, le observo la cola ligera, que se balancea a cada paso, como si bailara la música que marcan sus extremidades. Se detiene en medio del salón. Miro al caballo elegante, ese caballo árabe hermoso, solemne en medio del salón. Me pide que me siente:

.- Esta noche va a ser larga para ti- me dice

En ese instante noto su inevitable olor animal, mi casa huele a camino en medio del monte. Miro algo en el. No es un caballo, no lo es. Es otra cosa, pienso o trato de hacerme creer que es otra cosa. Una alucinación, un sueño, parte del capitulo del libro que me estoy leyendo, pero no. Esto está ahí. Esta sucediendo. El caballo habla sin preámbulos, sin cortesías:

.- Ahora podrás recordar aquella ventana en las madrugadas del verano. Aquella ventana en la que tu temías que apareciera aquella mujer. Aquella sombra que creíste algunas veces que vendría ¿Recuerdas? ¿Recuerdas que era en verano cuando ibais a casa de tu abuela y tu dormías en el salón y como era un bajo la ventana daba a la acera, tu temías que en la ventana apareciera ella? Y te recreabas en aquel miedo, porque mirabas la ventana y escuchabas pasos en la acera e imaginabas lo que jamás sucedió, aquella cara que se perfilaba tras la cortina, como una sombra. Y seguías imaginando, cuando en tu fantasía ya estaba la cara tras la cortina imaginabas su voz diciendo tu nombre, que te llamaba y sentías, justo ahí sentías el temor mas profundo.

Miro al caballo que me habla, estoy sentado en el sofá y frente a mi está la imponente figura. Su boca se abre a ritmo extraño cada vez que habla, como si fuera un doblaje. Oigo ese recuerdo en boca del caballo. Oigo aquel instante, aquellas noches, aquel temor y casi lo siento de nuevo, lo rememoro.

.- ¿Te acuerdas? Claro que te acuerdas. Es el mismo temor que otras veces. La sensación es igual a otras noches. ¿Recuerdas aquella noche de luna llena, que miraste la luna un buen rato ahí posada sobre el mar? Habías viajado con aquellos amigos a la playa, era otoño y había llovido todo el día y el viaje a la playa parecía otra cosa menos un viaje a la playa. Parecía un anticipo del invierno. Y paseasteis con chaquetas por la orilla y la playa estaba tan vacia. Por la noche miraste la luna desde la terraza y sentiste el golpe de miedo ¿Recuerdas? Quisiste hablar del tema, pero tu temor fue creciendo, mientras alguno de ellos hablaba de otras cosas, tu sentiste miedo de la luna o no de la luna, sentiste miedo de la inmensidad. Mirabas la noche, la luna y ese laberinto cósmico que se abre ahí, justo ahí. Te sentiste tan reducido. Sonaba el mar abajo, desde la terraza veías el brillo de la luna llena y el mar que era un espejo del universo al que de repente temiste ¿Te acuerdas? Claro que si, era el mismo miedo que el otro. Un miedo oscuro y profundo.

No hablo, miro al caballo y ahora siento aquel miedo, los miedos, mi miedo. Habla el caballo, recuerdo aquella noche, recuerda la luna, también la ventana en casa de mi abuela. El mismo miedo. Caballo, luna, ventana

.- ¿Te acordarás de mi? Me verás cuando venga otro miedo, el mismo miedo. Recordarás a este buen caballo. Mírame las crines, mírame las patas, recuérdame cuando venga ese miedo en medio de otra noche que sientas ese vacío. ese vértigo.

Ahora está callado, pero ha hablado de otras noches, otras épocas. Luego ha cambiado, no han sido ya los miedos. Iba desmenuzando trozos de mi vida, recuerdos enterrados y un flujo incesante de sensaciones corría por mi, por debajo, por dentro, por mi. No se donde, pero por mi. Luego, mucho después, cuando ha recordado y yo me he cansado de recordar y seguía y no quería oir mas mi vida pasada el seguía y yo trataba de cerrar los ojos y no escuchar mas hasta que ya si, hasta que se ha detenido y se ha quedado quieto, mirando de lejos, sin saber muy bien si me mira o que mira. Si está mirándome a mi o al pasado de mi. Luego me ha hablado una vez mas y ha dicho:

.- Bien, déjame quedarme hasta que aparezca la primera luz del amanecer. Luego me iré y no volveré.

Y por alguna jodida razón he sentido nostalgia de no volverle a ver y le he preguntado su nombre.


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