lunes, septiembre 14, 2009

Aeropuerto

Lo miro fijamente. Hay en esos paneles algo obsesivo y atractivo. Se mueven las ciudades, las horas, el número de vuelo. Van pasando destinos a los que jamás iré, ciudades a las que me gustaría ir, algunos sitios que conozco. Debajo de ese panel el movimiento es infernal. Se paran cabezas miran, buscan y se largan. Yo me quedo con los ojos fijos ahí. Buenos Aires, Londres, Los Angeles, vuelo ibemn-7657, britxc-0987,oceanmn-6574, México DF. Bien visto eso es un poema: La ennumeración incesante de ciudades, destinos, horas, terminales de salida. La metáfora es hermosa. Tengo los pies sobre la mochila y saldré muy tarde. Pienso en el viaje, pienso en la gente que pasa, pienso en Brian Eno. Pienso en el panel, en el movimiento de ciudades. Un rato permanece una ciudad, luego ha desaparecido. Vuelo despegado. Me da por imaginarme cualquiera de esos vuelos. De aquí a Johannesburgo ¿Quienes van en ese vuelo? Insisto en pensar en el poema infinito que forma ese panel que anuncia vuelos. Soy incapaz de percibir toda la vida que trasmite ese montón de información objetiva. Imagino ese vuelo que ha despegado a las 20:35, terminal 2 a Johannesburgo, ya han despegado, ya se ha borrado ese destino del panel. Una mujer que vuela a ver a su hermana que lleva trece años viviendo allí, un tipo que trabaja en algo imporsible y que tiene asuntos que resolver. No conozco Johannesburgo e imagino calles, recuerdo alguna imagen que he visto de esa ciudad, recuerdo trozos de historia, un par de libros maravillosos que leí hace no mucho y que suceden en Johannesburgo. Ahí esta el panel, ajeno a mi fijación. Cambian las ciudades, saltan las casillas, suenan los cambios. De vez en cuando alguna cabeza que se detiene, que busca y mira y se larga ¿Encontró su destino? Lo habrá encontrado, claro que si. Se despliegan nombres y busco escoger una ciudad a la que iría ahora, muy diferente de la que voy a ir. Entre todas esas que van moviéndose, ciudades a las que accedería por el número de un vuelo, escogo casi al azar, desplazo la vista por el panel y me detengo en Nantes. Se que no iré a Nantes, mi destino ahora es otro, pero podría coger ese vuelo oceanptr-765 y dejar de estar viendo el panel. El azar juega a eso, lanzo la vista por esos rótulos y decide que de mandarme a algún lugar me mandaría a Nantes, aunque se que no iré a Nantes. Ahí esta mi vuelo, ahí esta mi destino, lugar de embarque, terminal 2. Mantengo los pies encima de la mochila, apuraré el tiempo antes de despedirme del panel, de dejar este sitio desde el que diviso ese poema. En un par de minutos despegará ese vuelo a Roma, a mi me queda un poco mas, algo mas, pero no muevo los pies de la mochila. Roma no estaría mal, tampoco estaría mal, aunque de irme obedecería al azar y me iría a Nantes. Se acerca la hora, lo dice el panel. Aguanto los segundos, los últimos segundos. Ahora recorreré el largo pasillo, alcanzaré la puerta de embarque, subiré a ese avion y volaré a ese destino al que no debería ir, al que no quiero ir y voy. Despegaremos y se borrará del panel el vuelo, el nombre de mi ciudad, donde está mi casa, mi calle, mi barrio, pero donde está el, donde se acabará todo. Como en el panel, como en ese metáfora interminable que es el panel. Un poema de largo recorrido.



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