martes, septiembre 15, 2009

Reflejo en el piano

Estoy solo ante el piano. El piano brilla y refleja el salón. El salón es amplio, con lo cual el reflejo del salón es doblemente amplio en el piano. Imagino su sonido aunque se que no me voy a atrever a tocarlo. Me imagino como sonará y como atravesarán esas notas el reflejo del salón y luego el salón. Do, Sol, La. Imagino la pulsación, una pulsación intensa, rabiosa que queda colgada en la nada, una reverberación que continúa aun cuando el acorde es inaudible. Una nota alargada, colgada en el tiempo. El tiempo, el acorde y el reflejo. El trío me parece acertado. El acorde es tiempo y reflejo, el reflejo es un acorde del tiempo, el tiempo es un acorde que refleja. Me giro, no hay nadie en el salón, sigo esperando. Me veo de pie, reflejado en medio de ese espacio. Soy un brillo en la tapa del piano. Detrás de mi aparece el reflejo de la mujer y me giro. No saluda, sentencia:

.- Los pianos son infieles. Juguetean con todas las manos, a ninguna se niegan. Sin embargo mantienen una extraña fidelidad con cada mano. Ninguna suena igual. A cada mano, a cada individuo, le tiene deparado un sonido especifico.

Me quedo pensando y sonrío. La mujer extiende su mano y dice que es un placer conocerme. Miro a sus ojos y me imagino esos ojos reflejados en el piano, me imagino a los dos en ese mismo instante reflejados allí detrás, donde ahora no puedo mirar porque lo tengo de espaldas. Me presento, digo mi nombre.

.- Hace rato que se de usted. Tenía ganas de conocerle

.- No me traté de usted, por favor- solicito mirando a los ojos.

Ella camina hasta el piano, discretamente mira su reflejo en el piano, certifica el estado de su peinado, también la gravidez de su trasero. De repente me parece que las cosas están sucediendo de cara al piano. Percibo el piano como un individuo que gobierna la sala. La mujer levanta la tapa, se coloca pero no llega a tocar. EN ese instante veo mi reflejo en la tapa, estoy detrás de ella, ella me mira en el reflejo, mira hacia adelante viendome venir desde atrás, lanzo mis manos a su cuello, percibo el olor de su perfume, el suave tacto de su chaqueta, el roce de su pelo. Aprieto con intensidad, con rapidez, casi con devoción. El instante es breve, apoyo con suavidad su cuello en el piano que suavemente deja sonar unas notas. En ese instante pienso en la posibilidad de no tener reflejo en el piano, pero si, veo mis manos reflejadas en el instante que toco Do, Sol, La. Me giro y abandono el salón. Aún hoy reverbera el acorde, aún veo su reflejo, por mas que pase el tiempo.

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