viernes, septiembre 04, 2009

El proyector

No recuerdo el momento exacto en que empecé a hablar con aquel hombre. Aunque hasta eso puede ser comprobado. No recuerdo si me lo presentaron entre una copa de vino y otra, entre una y otra conversación banal. Recuerdo si ya un momento en el que ya estamos metidos en conversación, el hombre me habla de las fotografías de la exposición, del poder irrepetible de una foto precisamente porque repite un momento hasta el hastío.

.- Bien visto la fotografía es lo mas parecido a la magia. Efectivamente están todas las explicaciones técnicas, la ciencia que explica que un instante se detenga, pero por mas que pienso, no hay sino misterio en esa parálisis ¿Cómo es posible que un instante se quede estático? ¿Como se explica que hayamos logrado detener el tiempo con máquinas al alcance de todos?

.- A mi me sucede con la fotografía lo mismo que con los aviones- dije yo para continuar por ese lado la conversación- mantengo esa fascinación infantil, me resulta tan enigmático volar por mas que ya sea un acto cotidiano y habitual, como enigmático me resulta ver un instante breve representado en un trozo de papel. Congelado. Supongo que es mi naturaleza nostálgica.


.- ¿Es usted nostálgico?- me preguntó el hombre, mirándome con algo mas de atención desde ese instante

.- Tengo tendencia a ello. Mi cabeza suele ir con frecuencia hacia atrás.

.- ¿Sabe?, busco gente como usted. Me gustaría que viniera a mi casa. Vivo en la sierra. Tengo una casa antigua, ideal para nostálgicos. Recuerda otro época. Curiosamente mi casa evoca un tiempo lejano pero que se sabe no existió.

La cita la cerramos rápido como rápido llego el sábado que subiría hasta la sierra a media tarde para cenar con aquel hombre que algo tramaba y que a mi me despertaba curiosidad. Seguí las indicaciones, pasé el pueblo y siete kilómetros después tomé el desvío en medio de la estrecha carretera. Avancé por el camino de tierra y vi la casa al fondo, enterrada entre árboles. Salió a recibirme, detuve el coche y me bajé. Nos dimos la mano y pasamos al salón. Hacia frío y dentro la chimenea daba un calor agradable. Tomamos una copa frente al fuego y durante un rato hablamos de asuntos menores. Esas conversaciones previas de algo que sabemos tendrá mas importancia.

.- Ahora bien. Supongo que sabe que el motivo de la invitación no es esta copa, no es esta charla. Lo que pretendo enseñarle es importante y cambiará su vida.

.- Si no no hubiera venido.

.- Eso me imagino. Usted dijo que era nostálgico. También me atrajo su fascinación ante la fotografía o ese poder obvio de las máquinas fotográficas para detener el tiempo. Mi máquina es mas feroz, mas fascinante. Su fascinación será mayúscula.

No me perderé en detalles. Es mas importante lo que vino después que cualquier explicación previa. Subimos la elegante escalera. Alcanzamos el segundo piso de la casa, recorrimos el pasillo hasta una habitación. El hombre me miró justo antes de abrir la puerta y me tocó el hombro como el que prepara anímicamente a alguien para lo que vendrá. Abrió la puerta y en medio de la habitación vi una mesa y una luz intermitente sobre un cristal circular que colgaba del techo. Nos acercamos. El hombre me colocó, moviéndome como a un muñeco justo enfrente del cristal. Se dio la vuelta y salió de la habitación. Entonces en aquel cristal me vi, me vi con seis años corriendo por una plaza abierta, llevo un balón en el pie que pateo y se pierde a lo lejos, al fondo distingo la imagen de mi hermano, es pequeño en ese reflejo, sonríe y recibe el balón, hace un gesto. Las imágenes son difusas, muy desenfocadas, están muy contrastadas y no siempre son nítidas. Veo a amigos de los que ya no recuerdo el nombre, calles de ciudades en las que viví, habitaciones de casas en las que habité, mi madre mucho mas joven tomando el sol en la playa, comidas familiares, mi padre conduciendo, aquella chica morena que besé por primera vez en esas escaleras de un edificio a oscuras una noche de verano. Veo el mar, me veo viendo el mar, me veo borracho, en clase, corriendo por una playa, me veo en bici, hablando con Carlos, en el metro de otra ciudad.Mi vida de nuevo. Sin sensaciones, sin emociones. Imágenes unas detrás de otra. Pasa el tiempo, también pasa el tiempo frente al cristal, tanto como una vida o como unos cuántos segundos. Se abre la puerta, mientras las imágenes se siguen proyectando el hombre se acerca:

.- Ahí está. El tiempo irrecuperable. Tu vida proyectada. La esencia de tu nostalgia. Tu vida, tu propia vida, ese montón de imágenes en secuencia, los segundos unos detrás de otros. Ahí estás y ya no. La efímera existencia. Lo que fue. Ahí lo ves, tal cual, sin filtro, sin idealización de la memoria. La imagen de lo que sucedió. Esta es la máquina que cuando se activa en tu cabeza llamamos recuerdo. Por eso la he llamado así "Proyector objetivo de la memoria individual". Es tu vida otra vez sin análisis, sin ausencias, sin reconstrucciones. Eso fue lo que pasó. Ya luego viene la memoria que condimenta, que sazona la existencia. Mírate besando otra vez por primera vez a aquella chica, mira otra vez a tu padre otra vez conduciendo, míralo otra vez como lo miraste por primera vez y no como lo recuerdas ahora. Le ves conduciendo no le recuerdas conduciendo. Es curioso, es tan diferente. Ahí está, toda tu vida en el Proyector objetivo de la memoria individual. Ahora sal y recuerda de nuevo tu vida. Vuélvela a recordar porque ya todo lo que has vuelto a ver tendrás que recordarlo de nuevo y tu vida, desde hoy será nueva. Reconstrúyete otra vez. Eso es, finalmente, lo que hacemos cada día.


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