miércoles, enero 14, 2009

Víctimas climatológicas

No le gustaba el invierno, no le gustaba la lluvia, el frio, la nieve, las heladas por la mañana, no le gustaba la niebla y quizá por eso le pasó. Al principio pudo parecer una huida, su caracter melancólico llevaba a esa conclusión, pero sólo yo se la verdad. La niebla, una niebla profunda y densa caía sobre el mundo aquella noche. Una niebla que vuelve invisible el metro siguiente, los pueblos, las carreteras las montañas, que lo envuelve todo en una especie de inexistencia. Así aquella noche salió a pasear al perro como tantas noches, fuera verano o invierno, ese paseo rutinario en el que el perro dejaba escapar algunos de los pocos instintos que le quedaban con exitencia dentro de esa vida pseudohumana. EL perro correteo enloquecido ajeno a la niebla, se lanzo calle arriba, dirección el parque, siguiendo la ruta de cada noche, el pis en el árbol, los ritos de la vida de un perro, él que iba por detrás, pensando en el frio y en el trabajo, que en tantas cosas se parecen. El perro se diluyó entre la niebla y él empezó a llamarle, primero suave, luego cada vez mas fuerte, hasta que sintió un golpe de nervios en el estómago,¿Se habría perdido el perro en la niebla?. entró en el parque donde como tantas noches no había nadie y vió como la niebla gigante como un animal milenario se lo iba comiendo, como cada parte de su cuerpo se iba diluyendo en la niebla. Escuchaba los ladridos del perro a lo lejos, desde el mundo de los hombres, él iba entrando si quererlo, en la niebla, se hacía niebla y dejaba de existir. No murió, Pedro Luces, no murió, se volvió niebla, que es como dejar de existir sin perder del todo la existencia

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ayer después de un largo recorrido detrás del perro de la distancia, paré en un bar donde solemos hacer ejercicios y me convertí en whisky.

Al final todo tiene sentido porque lo veía todo nublado al llegar a casa.


C.L.

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