miércoles, enero 28, 2009

El primer dia del viaje

Se paró casi al azar en una licorería de nombre incierto, "New ofertón", en medio de Morón. Hacía un calor del demonio y compró un pack de seis cervezas, pagó y vio en el otro lado como en una gasolinera un hombre hablaba enfurecido por teléfono. La imagen potenció esa sensación de que las cosas podrían estar sucediendo en algún lugar realmente lejano de su cabeza. Arrancó, puso un disco que había recuperado sin funda detrás de un libro de Conrad y que jamás había leído en el fondo de la librería de esa casa a la que ya jamás volvería. El disco apenas lo recordaba, pero según comenzó a sonar su cabeza fue recuperando el orden exacto de las notas y podia tarear al unísono la canción mientras avanzaba. Abrió la primera lata de cerveza y la bebió compulsívamente, avanzó en medio del tráfico incomprensible y eterno de ese pueblo lejano. Se desvió y vio, brevemente, algo de mar al fondo y sintió una liberación agradable. Mientras avanzaba abrió la segunda cerveza y evitó ser visto bebiendo por los hombres que miraban a la nada en una alcabala improvisada y los que con gesto aburrido le dijeron que siguiera avanzando. Así hizo, como lo hacía la música que iba recuperando de la memoria mientras estaba sonaba. Llegó al edificio donde estaba el apartamento dónde le habían dejado la llave. Tardó en descifrar cual era el edificio exacto, todos pegados al borde de la carretera y mirando al mar. Vio el nombre del edificio que buscaba, giró y un vigilante desganado salió al paso. Saludó y dio su nombre. El hombre después de varios trámites innecesarios le abrió la puerta del parking y le dejó entrar, mientras pasaba la puerta el vigilante le dijo:"Entre semana no hay nadie aquí. Dormirá usted sólo en el edificio" nada mas ver el parking enfrente comprobó que efectivamente ni un solo coche estaba estacionado. Buscó su numero, sin necesidad, porque absolutamente todas las plazas estaban libres, y aparcó. Bajó las cervezas que le quedaban y una mochila con algo de ropa. No subió, se desvió hacia al fondo con la intención de ver el mar. Notó la humedad y la soledad como una capa única del edificio. Avanzo por un camino que daba a la playa y saltó una pared baja que permitía llegar a la playa. Oscurecía y la playa abierta, muy abierta, le pareció un lugar extraño, hermoso, pero repleto de basura y restos extraños de televisores y elementos del hogar. Caminó por la playa vacía, bebiendo otra cerveza. Notó que estaba algo mareado y lo agradeció, realmente le hubiera gustado estar un poco mas borracho. En la arena se encontró un televisor semi enterrado, un televisor antiguo, de mediados de los ochenta por el aspecto y recordó la imagen de una película de la que no recordó el nombre. Anochecía y miró al frente, no sintió miedo pero si un golpe extraño de verse ahí tan sólo, tan vacío. Pensó que de algún modo en esa playa empezaba y terminaba la tierra. Mas adelante se veían intermitencias de unas luces de barcos, edificios lejanos y la oscuridad del mar que empezaba a tomar parte del asunto. Se hacia de noche. Abrió la última cerveza y decidió volver hasta el edificio. Al entrar ya era mas de noche que de dia, subió por la escalera porque no funcionaba el ascensor. Subió hasta el último piso. Ni un sólo ruido o solamente el ruido del viento. Abrió la puerta del apartamento y siguió las instrucciones de quien se lo había prestado para un descanso extraño que mas tenía de huida. Dejó la mochila, abrió la nevera y buscó otra cerveza que encontró en grandes cantidades en la nevera. Se hizo un porro y abrió la ventana, mientras fumaba el viento le pareció un sampler, un sonido mecánico y repetitivo, lejano y muy reverberado que recordaba a otros lugares o la lejanía sin mas, ningún lugar, la lejanía pura y dura. El humo del porro se perdía enloquecido frente a la ventana y se largaba con el viento. No era fumador habitual, fumar ese porro era otra parte del plan de fuga, así que notó una relantización exagerada de las cosas y se quedó un rato que pareció mucho pero que realmente no lo fue, mirando las intermitencias lumínicas de un barco muy metido en el mar. Y le pareció que de algún modo aquellas luces también, sin quererlo, emitían un mensaje para el que jamás podría comprender. Cerró la ventana, limpio los restos de monte y bajó de nuevo. Saludo al vigilante que veía un partido de Beisbol adomercido y este le abrió de nuevo el portón que daba a la carretera. En la carretera oscura notó que estaba borracho y aceleró. Llegó a Tucacas y se detuvo en la calle principal. Vio pasar a unas chicas que le parecieron exageradamente atractivas y absurdamente las siguió a unos metros de distancia. Estas cruzaron la carretera y se metieron por la parte de atrás del pueblo, por unas calles vacías y llenas de charcos. Las chicas avanzaron mas, mucho mas, como nunca fueran a llegar a ningún sitio. Alcanzaron la autopista y suicídamente la cruzaron, el tardó mucho mas en hacerlo y casi las pierde. Entraron a un camino de arena en medio de la vegetación y al fondo se adivinaba la luz de una casa exagerádamente humilde. Quiso deternse, pero el monte y la cerveza pensaban a otro ritmo y con bastante mas decisión que su propia conciencia. Estaba en medio de la nada y vió a las chicas entrar en la única chabola en medio de la nada. Se quedó fuera cuando un tipo le tocó por detrás, pensó entonces en que iba a morir, que ese momento era el último, el decisivo y sintió nostalgia. El hombre era un tipo muy mayor con una mirada profunda que le preguntó algo que por nervios no logró entender. Acorrolado por unas emociones que no comprendía, golpeó al tipo, le golpeó durísamemente en la cara y salió corriendo. Deshizo el camino en un tiempo exagerádamente rápido. Cruzó la autopista casi sin mirar y se perdió en las calles vacías mientras pisaba los charcos. Llegó hasta su coche, lo encendió y se puso a conducir sin ninguna dirección...

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