martes, octubre 16, 2007

Por la carretera

Huele a agua estancada y a humo. He pisado un poco de barro y he notado como se me ha enterrado medio pie derecho, he notado la humedad recorriendo el tobillo como un gusanillo nervioso y he impulsado con fuerza el pie para sacarlo. Tenía el zapato y parte de la pernera del pantalón manchadisima. He seguido andando, me parecía absurdo cualquier intento de limpiarme, sabiendo que en cualquier momento, y dadas las condiciones del terreno, podría volver a suceder. He seguido andando, en un charco gigante he visto una tabla, quizá una puerta, que flotaba como velero en el mar en los dias de poco viento y sosiego en las mareas. He barajado la posibilidad de montarme sobre ella y juguetear, dejarme arrastrar por el charco y tratar de llegar al otro extremo donde hay mas barro, pero la puerta que flota está demasiado anclada en el centro del charco y llegar hasta ella significaría empaparme seriamente hasta mas arriba de las rodillas, y esa es una sensación demasiado incomoda como para que merezca la pena el intento. Rodeo el charco, avanzo, descubro las huella de una rueda de bicicleta y la sigo, incluso me hace ilusión la posibilidad de encontrarme con alguien. El recorrido y la marca es irregular en su profundidad, lo que me hace sospechar que el ciclista a veces, ante la imposibilidad de avanzar, haya avanzado con la bicicleta en la mano. La huella hace alguna curva desconcertante, pero termina avanzando por la cuesta hacia arriba que va a dar donde las chabolas. Subo, no sin esfuerzo, hay tanto barro y charcos en la cuesta que patino al ascender. Arriba, al lado de las chabolas no hay nadie y estan medio derruidas, la huella de la bicicleta, sin embargo se hace casi invisible al lado de una, la que mejor conservada está. La rodeo y veo la bicicleta apoyada en una pared. Me asomo por una especie de puerta y no veo a nadie, lo que me hace sospechar que posiblemente el ciclista desconocido duerma en alguna parte que no alcance a ver de la chabola. Salgo y reviso la bicicleta. Está en muy buen estado. Me gusta su forma, como la de los ciclistas profesionales, esos manillares que parecen caracoles y esas ruedas finas pero grandes. Me monto y pedaleo alrededor de la chabola. En una de las vueltas veo la cuesta y me planteo si seré capaz de subir, si mis piernas tendrán fuerza para esa ascención. Compruebo, no sin esfuerzo, que si puedo, y arriba salgo a la carretera, allí me decido por seguir adelante, dirección este, que e spor donde sale el sol. En la carretera noto que mi ritmo es seguro y constante y nada lento. Me levanto y pedaleo sin apoyar el culo en el sillín, como hacen los profesionales cuando la cosa se pone recia. No pasan coches en la carretera y me pongo encima de la linea blanca, para medir mi estabilidad. El cielo está negro y decido seguir hacía adelante, cambiar de vida. Abanodono el lago y me voy a otra región, a la ciudad grande. Allí viviré una nueva vida, me trasladaré con mi nueva bicicleta por las calles, de la habitación que encuentre al trabajo que consiga y dejaré para siempre los charcos y los barros. Pedaleo, entonces, con mas calma, sabedor de que el viaje es largo.

1 comentario:

stel dijo...

le dejaste sin bici, pobre.... espero, por lo menos, que esta bici te haya llevado a un buen sitio y que la disfrutes :)

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