viernes, octubre 26, 2007

la mañana que fui Julio

Esta mañana me he levantado y era Julio Cortázar. No me malinterpreten, no es que fuese yo pero con determinadas características de Cortázar, no. Era él completamente. Esta mañana me levanté y era considerablemente mas alto, tenía un curioso acento argentino, bebía mate y fumaba con cierta intensidad. Salí de la cama con todo lo que eso conlleva. Al princpio sabía que no era yo, pero ¿Quien era entonces?. Todo quedó claro al encontrarme conmigo mismo, o con el mismo, en el espejo del baño. Buenos dias, Julio, me dije o le dije o se dijo.

A media mañana me senté y me puse a escribir. Y estuvo bien, por que era Cortázar escribiendo, lo cual viene a ser algo, además de divertido, bastante sublime e importante. Me ví y pensé: "Soy Cortázar y estoy escribiendo, por ejemplo, Carta a una señorita en Paris" y comprendí el peso que eso tenía. Tecleé y disfruté como nunca había disfrutado y me dije o le dije o se dijo :"Que bien escribís, Julio". Eso pensé mientras era Cortázar. Pensé que también me gustaría ser Cortázar pero sin dejar de ser Leprince. Me gustaba ser Cortázar, pero me hubiera gustado mas ser Cortázar siendo, aún, Leprince. Es decir, y esto no es sencillo, seguir siendo Yo pero escribir como Cortázar. No me malinterpreten, no es por gloria o fama que me gustaría ser Yo pero escribir como Cortázar, sino por que además de que Julio escribía exageradamente bien, hay una diversión en ser Cortázar escribiendo que a mi, por ejemplo, me está negada y era algo que iba comprobando mientras seguía siendo él. Fumé, como era Cortázar lo hacía y le daba vueltas a un relato que tenía en mente. Me dió la risa, ustedes comprendanme, había algo de niño que le llevan al parque de atracciones por primera vez. Había algo de enloquecido y divertido en todo aquello. No solo era Cortázar (No es que me disguste ser yo, creanme, pero ser Cortázar por un rato me estaba resultando algo inolvidable) sino que además era Cortázar dandole vueltas a un relato: "¡¡¡Que grande, coño!!!". El proceso era veloz y profundo, la mente de Cortázar, que en ese momento era la mia, iba veloz y no dejaba escapar ningún detalle. Perfilaba los detalles, los giros del relato, me planteaba la narración :"Mejor en tercera persona. Convenientemente en pasado". Fumaba y pensaba en todo eso, me asomaba a la ventana y sorprendentemente mi calle era una calle de París.

Así estuve unas cuantas horas. Relatos, un poco de lectura, un paseo y un café, una charla con un vecino. Esas otras cosas de Cortázar que no eran literatura, las otras cosas. De repente fui yo de nuevo, en un parpadeo y ¡¡zas!!, era Leprince de nuevo. Era yo en mi casa, en mi salón. Y me dije, aprovechando la inercia, que quizá debería sentarme y escribir un relato, tenía en mente el modo de trabajo de Julio y si me ponía quizá escribía algo decente por una vez. Me senté, recordé lo que hacía Julio mentalmente antes de teclear. Los giros del relato, las vueltas, el protagonista, la primera persona, el presente, el pasado... Tecleé. Fui yo, fui Leprince. Me levanté, cogí un libro y releí "La autopista del sur" y pensé : "Que bien escribes, Julio". y Comprendí que ser Leprince tiene la ventaja al menos de leer a Cortázar sin ser Cortázar.

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