domingo, octubre 21, 2007

El otro

La habitación se había quedado vacia unos dias antes y a mi me avisó una compañera de trabajo y llamé para ir a verla, evaluarla y tomar una decisión. En seguida fue mia. Compartíría el piso con él. Dos habitaciones amplias, un salón que nunca usamos mucho ninguno de los dos, un baño común, una cocina que tampoco usamos demasiado y poco mas. En seguida dejamos claras las normas de convivencia y realmente nunca hubo problemas. Cada quien cumplía su parte del trato, cada quien hacía lo que debía y las cosas se movían siempre dentro de la correción. El trato, por lo demás, nunca pasó de la cordialidad y la educación. Nunca se rozó la confianza, pero jamás hubo gestos reprochables. Yo lo prefería así y sin conocerle pienso que el también. Coincidiamos a veces en la cocina por la noche, cruzandonos en la salida del baño por la mañana y como mucho en hablar de ciertas cuentas que siempre quedaban claras con inmediatez y que ambos pagábamos con puntualidad. Poco mas. Nunca supe bien en que trabajaba, tampoco supe nada de su vida. Una vez le vi llegar con una chica para coger una maleta e irse en seguida, a la chica la ví mas veces en visitas rápidas o saliendo de la habitación por la mañana, lo cual me hacía suponer que era su novia. Así fueron pasando los meses que viví allí. Hasta la noche que llegué después de cenar con una amiga que hacía tiempo que no veía. Abrí la puerta, colgué el abrigo y ví luz en su habitación y la puerta abierta. Pasé de largo, sin mirar, entré a mi habitación , me desvestí y salí a cepillarme los dientes. La luz seguía saliendo de la habitación, ningún ruido, la puerta abierta. Me cepillé, me quité las lentillas y salí de nuevo del baño. Saludé por ver si estaba todo bien, pronuncié su nombre y justo en ese momento me dí cuenta que jamás había usado su nombre, que todo se había reducido a un Hola y poco mas. Lo volví a pronunciar. Me acerqué a la habitación y vi su cuerpo tendido en el suelo, los ojos semi abiertos, vestido. El cuerpo apilado contra la cama. Volví a pronunciar su nombre. Comprendí que estaba muerto, que aquello era un cadaver. Entonces no reaccioné, me quedé mirandolo desde la extrañeza, planteandome su muerte, como había sido, como había terminado así, en esa posición. Al rato llamé a una ambulancia. Suicidio. Los trámites entonces fueron molestos. Interrogatorio para descartarme como culpable, aviso a la familia, funeral. Ala chica, aquella chica que ví varias veces con él, no la ví en todo ese ajetreo.

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