lunes, junio 20, 2011

Mil veces quieto

No ha llovido y no va a llover los próximos tres milenios. El sol se ha detenido a las ocho de la tarde y no va a anochecer, jamás va anochecer y ojalá nunca lo haga, ojalá todo se quedara así. Hoy he estado en la piscina y mientras buceaba he pensado en algo agradable, algo ligero, algo atemporal. Me gustaría haberme quedado más rato ahí, pero en seguida aparece, se instala ahí. ¿Cuánto tiempo dura esto? Que mas da el tiempo. Las duraciones son relativas y en este caso todo parece estático, o más que estático inexistente. Como si el tiempo, jamás, volviera a andar. El tiempo paralítico. El tiempo impedido. El tiempo que se ha estampado contra un muro y no camina, no tiene músculos sanos, todos los huesos rotos. El tiempo ya no camina y no cae la tarde y ojalá no caiga, porque luego llegará la noche con el tiempo paralítico y nada caminará, nada se moverá jamás y nunca vendrá lluvia que empape todo, el suelo, los cristales de los coches, las líneas de las carreteras, las piscinas abiertas. No habrá lluvia. Queda esto que es todo y todo lo demás es secundario. No queda lugar donde ir, porque con el tiempo paralítico nada se mueve, no hay esquinas remotas por alcanzar, no hay nuevos lugares. Se ha quedado todo en el sitio, en el mismo sitio. Se ha reventado todo en el instante en que M y F salieron de la cuneta. Ya no hay tiempo para ellos y a mi me parece que el tiempo se ha ido del todo. Nada volverá, porque nada vuelve y esta noche no va a llegar y ojalá no llegue.

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