martes, junio 21, 2011

Cero aciertos

Nunca se lo que va a pasar. A veces creo que mi intuición descifrará lo indescifrable, que adivinaré lo que vendrá, siguiendo, siempre una hilera imposible de acontecimientos creo desvelar el resultado de lo futuro; pero nunca acierto, nunca le doy a la diana. Nunca se que viene y jamás imaginé nada de esto. Ahora, este ahora, nada tiene que ver con lo que visualizamos aquellos días en coche, aquellas tardes metidos en la playa, aquellos lentos atardeceres de ese verano. El agua estaba tan apetecible que nunca salíamos y yo solté un discurso sobre lo que vendría y sobre como manejaríamos ese futuro cuando ya fuera presente. Da igual ahora, este ahora, pero en aquel momento estaba convencido de que sería así. Las tardes de verano te dan una lucidez ciega, el verano es irrealidad porque es imposible que todo sea siempre tan suave, tan delicado. Y yo que creí ver en esa playa la intuición real, estaba convencido de que lo estaba viendo, como una bruja infalible. Lo vi, vi todo el invierno que llegaría, todos los veranos siguientes, los vi todos y creí que sería así, por eso narré y dije lo que sucedería y los viajes que haríamos cada verano, y vi más, sin prisas, vi más cosas y creí que sería así. Estaba convencido de estar viéndolo, estaba seguro que conocía lo que iba a pasar y no pasó nada. No fue así. Fue radicalmente distinto, porque nunca acierto, porque nunca gano, porque siempre fallo y mi intuición camina con palo y dando golpes a los bordillos de las aceras. Nada fue así. No se pareció en nada.

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