lunes, octubre 18, 2010

Instante

Cúpula gigante, noche en la tierra. Humedad relativa, temperatura perfecta. Si miras arriba se abren huecos, si miras vas dejando de ser. El asunto no es buscarse sino deshacerse y formar parte de ello. Suenan olas suaves de las que no se distinguen sus formas, sospecho la espuma, mis pies se posan en la arena y la arena parece reflejo de lo otro. Arena infinita. De algún modo lo que sería conveniente en este momento sería explotar, pero no en el sentido trágico, sino en el sentido hermoso: Explosiones. Fuegos artificiales que se suman a la noche y forman esa visión curiosa, esa lentitud lejana, esa celebración universal. Se es parte de esto, mínimamente, como un trozo, como arena que se junta a la arena. Esa es la importancia, no otra. No giran alrededor todos esos puntos de luz, giramos todos sobre todos. No hay centro. No hay orden preestablecido, esto se ordena de nuevo a cada segundo y tonto el que no comprenda que a cada instante es un nuevo orden. Otro orden, otra forma. Como la luz, como las formas, como todo lo que sucede, como la huella de un pie en la arena. Cambia todo y ya nada es como al principio. Si miras mucho rato y crees pertenecer, haber detenido el instante te pillará el amanecer en este lugar y ya nada será. Vuelta a empezar.

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