viernes, octubre 08, 2010

El río sonoro

Me preguntó si el escritor profesional usa música cuando escribe. Me da por creer, y no creo que esté muy alejado, que esas son cosas que hacemos los amateurs, los de liga de barrio. Lo de ponerte a Deerhunter a todo trapo no debe ser algo muy usual en tipos de grandes ligas. Uno sospecha que debe haber otros ritos, un silencio importante, una cadencia pausada, un proceso de trabajo largo, un horario impuesto, una disciplina. Nada de alterarse con guitarras etéreas y psicodelias obsesivas. En cualquier caso sería bueno probar el experimento: Poner a Vargas Llosa a escribir su próxima novela bajo los efectos sonoros de Panda Bear. ¿Sería Vargas Llosa el mismo? Se sentaría el hombre en su despacho, sosegado, a una hora temprana en la mañana. Acomodaría los brazos, en esa misma postura que escribió esos libros que ahora le premian. Encendería el amplificador y arrancaría el disco, las atmósferas lisérgicas del Pitch Person de Panda Bear y a su vez, rítmico, acompasado, casi hipnotizado, arrancaría Mario su tecleo, su escritura. ¿Que saldría de Mario? ¿Qué nos vendría? Quizá si usa música, quizá alguna pieza piano a un volumen bajo. ¿Si escucha algo, qué es lo que escucha Mario? ¿Y los otros? ¿Escribía Cortázar con música? Este si, este tiene pinta de que si. Que frente a la máquina también volaban notas. Seguro que planeaba Charly Parker en esa habitación donde Julio escribió El perseguidor. Seguro. Visto de otro modo y barajando la posibilidad de que la música si acompañe al escritor habitualmente: ¿Qué sonaba mientras Sábato escribía El Tunel? ¿Qué melodías planeaban alrededor del oído del escritor cuando escribieron ese párrafo que a ti te deja tieso, conmovido? ¿Qué música silenciosa, inaccesible, es la banda sonora de esos textos que han marcado nuestra vida de lectores? ¿Qué música inaudible hay en los libros? Porque si escribieron con música, esa música se cuela. Ese es el poder de la música, que cuando suena, de algún modo gobierna. Habrá párrafos dirigidos por melodías que desconocemos, que agitaban las emociones de ese tipo que, poseído, avanzaba texto adelante, empujado por ese río brutal, el río sonoro.

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