viernes, octubre 29, 2010

Insomnio

A las cuatro de la mañana abre los ojos. Silencio. Se levanta a beber agua. La boca seca como esos pantanos vacíos en medio del verano y el golpe de toda la cerveza en medio de la cabeza. Como si la cabeza fuera el punto exacto del medio de ese pantano seco en medio de un paisaje alargado y soleado. Abre la nevera y saca la botella medio vacía, bebe del pico de la botella y siente una forma extraña de melancolía al percibir la luz rara de la nevera iluminando la cocina con desgana pero con cierto misterio. Como si la luz de las neveras iluminaran algo que no siempre se ve. Sin antecedentes racionales piensa en Dominique, su amigo de infancia y cierra la nevera en medio de un bostezo. Duda si meterse de nuevo en la cama o lanzarse en el sofá del salón y esperar a que venga el sueño despistándolo con la ubicación. Decide el salón. Cuando se acuesta en el sofá duda si ese instante no es del todo cierto, si el insomnio, en realidad, no es más que otra forma de sueño. Se cubre con una pequeña manta que hay en el sofá y cierra los ojos. Media hora después vuelve a despertar y extrañamente el tiempo ha retrocedido. Suspira.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estas historias me hacen flotar.


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