miércoles, marzo 03, 2010

Las 00:00

Nada me lo anunció a las 23:59. Si algo había de llamativo en ese día, en aquel largo día, que creí agonizando, era simplemente que había dejado de llover después de muchos días de temporales y borrascas y vientos del norte. Nada especial en un invierno agudo en sus síntomas, de personalidad recia. Nada lo anunció porque en la vida nada viene con anuncio, con aviso, con alarma. De las 23:59 el reloj pasó a las 24:00 y ahí ya noté la primera señal extraña. Dudé unos segundos y luego me pregunté: Pero ¿Las 24 no es el momento en el que el reloj digital da la vuelta y vuelve al cero? ¿no es el instante en el que arranca el nuevo día?. Me quedé mirando con esas dudas que surgen cuando sabemos que estamos en lo correcto pero aún así dudamos, como si nuestro conocimiento hubiera navegado erradamente por la laguna de la ignorancia durante toda la existencia. 24:05, miraba concienzudamente, como si el reloj fuera a darme una respuesta en la propia interrogación que planteaba. 24:06. Definitivamente recordé y afiancé mi seguridad, los relojes no marcan 24, viajan absurdamente del 23:59 al 00:00, es por eso por lo que decimos que a esa hora cambian las fechas, avanzan los días. La espiral del tiempo da una vuelta entera y sigue en nuevo nivel. Sin embargo no. 24:38. Me levanté, caminé por la casa, sabiendo que el insomnio hacía su acto de presencia a medida que surgía la duda y el desconcierto. Esperé a lo que debería de ser la 1 de la madrugada, decidí dejar cualquier teoría o planteamiento a la primera hora completada. 24:59, miré el reloj como sólo se mira en noche vieja, con concentración y expectativas. Vi el 9 y el 5 comenzar su giro, viajaron, estos si, hacia el 0, pero el 24, lo miré esas decimas que parecían siglos y comprendí que algo raro sucedía cuando vi el 2 estático y el 4 girando al 5. Eran, sorprendentemente, las 25:00. No transcribo ahora lo que mi cabeza fue analizando en esa hora completa que fue de las 25 de la ¿Madrugada? a las 26. avanzaba la noche y yo miraba perplejo. 26:03, 26:19. Ningún indicio de alteración en el mecanismo del reloj. Sus minutos los marcaba correctamente, pero ¿26? ¿Que hora es las 26?. Ya no era insomnio, era algo mas agudo, o menos comprensible porque ¿Es a las 26 la hora en la que debería dormir? Quizá ya no era ni insomnio, quiza es que a las 26 aún no debería de dormir. Pensé en los ciclos, en como serían las nuevas referencias en las horas. Entonces pasó la noche (Y esto lo digo porque afuera todo era oscuro como en la noche, como en las madrugadas) y el reloj marco la hora 27 y luego la 28 y no frenó en su aumento. y las 29 dieron paso a las 30. Nunca, sospeché volvería el reloj al cero. Lo que empezaba era una nueva forma de día que avanzaba que no frenaba, un día eterno, sin línea final. Las 31, las 32. Y el día, aquel día fue creciendo y no frenando. entonces comenzó, claro, el caos. No supe a que hora ir a trabajar, porque mi horario era de 9 a 2 y de 4 a 7, no de 37 a 41 o de 44 a 50. No supe a que hora comer salvo por el hambre, no supe cuando dormir salvo por el sueño. 121:12. y nadie comprendió. Estábamos sumidos en un día gigante, sin freno, abismal. El día total. El día final y el primer día. ¿Que día nacían los niños que nacieron a las 230:32 o las que luego vinieron a las 345:10?. No había manera de regularnos, de ordenarnos, de comprendernos. El tiempo iba hacia adelante ignorando nuestros ordenes, nuestra lograda organización. A las 1090:21 cogí mi coche y me largué de la ciudad donde ya nadie comprendía nada, donde cualquier intento de abarcar el día y organizar ese nuevo ciclo temporal era banal y absurdo, el tiempo se imponia a los hombres, los dominaba y no les daba espacio para abarcarlo para gobernarlo. El tiempo insaciable iba adelante. Fui por carreteras vacías. Ya nadie viajaba porque nadie tenía una hora a la que llegar. pasaron muchos días sobre aquel día, o la sensación de semanas, meses sobre la línea sólida de un sólo día. Me detuve frente al mar, mirando las olas, constantes. Ciclo que va y no termina, que eran las olas reventando en la orilla de la playa. Pasaron horas del día, del gigantesco día. fumé, respiré descansé dormí frente aquella playa, entré en el coche y entonces sin previo aviso, sin orden, sin sentido. El reloj que marcaba las 1823:59 paso como debió hacer tanto tiempo antes, al 00:00 y comenzó el nuevo día y por alguna razón, sonreí.

1 comentario:

illot dijo...

muy bueno tronco!!

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