jueves, marzo 25, 2010

Otra rama

A las 11:30 de la mañana (hora en la que se empieza a escribir este post) del 25 de marzo de 2009, murió por causas desconocidas. A las 11:31 (hora en la que arranca esta frase) cobra una nueva forma de vida en la rama de un almendro del Parque del Retiro. Hasta las 11:32 vive en absoluto desconcierto. Durante los siguientes dos minutos trata de comprender. Está colgando y ve el suelo como un lugar lejano e inalcanzable, a los lados otras ramas que junto a él dan la forma definitiva del árbol. Un corredor urbano pasa a pocos centímetros y por la velocidad que produce, le agita levemente. En ese instante empieza a comprender su nueva situación. Observa la organización y estructura del árbol al que ahora pertenece. Le sorprende que, al contrario de cuando era ser humano, hay menos independencia, la vida como rama depende más de los ciclos de todo las partes del árbol. Sin embargo esto no le parece negativo, de repente aquella falsa individualidad humana le parece exagerada y bastante irreal. Siendo rama comprende que de algún modo siempre se es una cadena. A las 11:38 comienza a llover y nota una forma muy peculiar y absolutamente novedosa de éxtasis. La rama que está a su izquierda le dice que pronto empezarán a florecer y que el esfuerzo merecerá la pena. Desde la altura ve como la lluvia va formando minúsculos ríos en la arena del suelo. SIn comprender, comprende algo que no detiene y suspira o hace algo parecido a lo que era suspirar cuando era humano. Las nubes avanzan a velocidad de vértigo en el cielo y eso le hace pensar en el tiempo ¿Cuánto ha pasado desde que dejé atrás mi vida humana? ¿Qué será en este instante de aquel cuerpo en el que habité 28 años y medio? Bajo esas reflexiones descubre también que el tiempo y su percepción es radicalmente distinta bajo la existencia de rama. Un viento frenético sube desde la cuesta del Moyano y empuja con violencia todo su cuerpo, las hojas, la estructura completa del árbol. Escucha las quejas de las ramas de los otros arboles y él se suma a esa queja inaudible para los jardineros que pasan organizando a su antojo los jardines de todo el parque y quejándose a su vez de la climatología y de lo que dificulta la lluvia y el viento sus labores. Trata de comprender y adaptarse, la nueva forma de vida tiene dificultades y enormes diferencias con la de cuerpo humano. La lluvia genera éxtasis, el viento desasosiego sin embargo en un eco de su existencia humana, y justo cuando el Sol, pasado un rato, vuelve a salir, al ver apoyarse en el tronco a una mujer que de su mochila saca un libro y empieza a leer, cubierta por la sombra que da su rama o su nueva forma corporal; siente la necesidad de descender y de hablar de ese título o de las lluvias pasajeras y enloquecidas de la primavera. SIn embargo la chica lee y no atiende, como es normal, a la rama que la cubre y la rama que la cubre que es él, la observa desde esa posición privilegiada pero le está negado, sin embargo el privilegio de hablar o tactar su piel. Esto al principio le produce cierta frustración, pero pasado un rato y mientras la chica avanza poseída por la lectura, siente que los nuevos placeres están sujetos, por ejemplo, en esa amabilidad de cubrir esa piel inaccesible con los beneficios que produce su sombra. La imagen, desde fuera, también le parece romántica. La chica lee apoyada en el tronco y sobre ella, él que es todo rama y la cubre. Así va pasando el día. Ella se ha ido y jamás volverá. Eso le hace descubrir, por ejemplo, la inmovilidad, pero sin embargo según avanzan los días llegan las flores. El almendro en flor y su espectáculo. También los árboles tienen ego, descubre cuando la gente pasa y mira e incluso aquello produce y genera un montón de poéticas sensaciones en los que van y vienen. A su manera el Almendro en flor tiene mucho de concierto, de espectáculo, de arte. Tantos pasan y observan y son invadidos por agradables sensaciones que él siente la responsabilidad del que crea e inventa. Así, y porque la flor es breve y se va rápido, caen las hojas, van perdiendo esa blancura casi onírica y junto a las otras ramas se van sumiendo en esa melancolía inevitable de la resaca que deja en las ramas el esplendor de la flor. Así pasan algunas semanas nostálgicas, silenciosas y la primavera avanza. Así, lenta y rápidamente como siempre pasa el tiempo, hasta esa mañana de junio que la chica que lee aparece de nuevo y se apoya en el tronco y él, de nuevo amable, ofrece y cubre con su reducida y casi invisible sombra la lectura concentrada de la chica. Y desde arriba mientras ella va pasando páginas observa y disfruta de la imagen de su piel, de los dedos que con cuidado van pasando las páginas. Así durante mucho rato hasta que ella se pone de pie, casi a su altura y el siente que casi la pueda hablar y ella guarda el libro en la mochila y le mira y de algún modo el vuelve a las percepciones humanas y casi agita sus hojas y casi se desplaza para alcanzar su boca, pero evidentemente no lo logra y ella mira, como si pudiera percibir que esa rama insignificante está atraida, mira tanto que el sospecha que la chica percibe, pero evidentemente no. Lo que sucede es que ella se da la vuelta y se larga cuesta abajo y el se queda en el árbol, colgado como buena rama, viendo pasar el tiempo, esa otra forma de tiempo y así se lo cuenta a otra rama que no entiende o que piensa que esa rama ficciona más de la cuenta su propia vida y así se lo hace saber:

.- Deja de soñar. Yo te vi crecer, tu siempre estuviste aquí. No es verdad que llegaste de golpe. Nunca fuiste humano. nunca saliste del árbol. Eres rama. No fantasees más. Rama es rama y una rama no va y vuelve. No aparece de golpe ¿Lo entiendes?

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