martes, marzo 30, 2010

C, ciudad capital

Cielo de plomo, luz cobriza. Parece que fuera a caer lluvia sólida. Esas nubes parecen metálicas. Media tarde espesa y húmeda. Desde esta azotea se ven algunos de los límites de la ciudad. La montaña gigante en todo su esplendor. el ruido del tráfico parece el acompañamiento musical de una escena de intensidad. Se empiezan a encender las primeras luces, se entremezclan los primeros neones con la caída paulatina del la luz diurna. No he anotado nada en mi cuadernillo en todo el día, lo hago ahora para recordarme que ha sido otro día introvertido, entendiendo por día introvertido ese que pasa sin dejarse notar, sumándose a otros días sin aspavientos, obediente. En realidad me agradan los días introvertidos, vivimos con la intención de que cada día sea extrovertido, pero los días así pasan de largo y se suman del mismo modo que los otros, nada los obliga a ser especiales, llamativos y de siempre he sentido predilección por lo que aparenta ser común, puesto que nada es común, eso me hace pensar que estos días en el fondo esconden enormes peculiaridades. No pienso más en este día, ahora me atrae ese juego casual que se forma entre el neón de Sony que tengo casi en primer termino con aquel de HP que está a kilómetros, a la altura de las torres centrales. Colocados en días y horas diferentes en lo alto de sus edificios. No sospechaban los operarios que los instalaron que aquello generaría una especie de coreografía o curioso juego de luces para ser observado desde esta azotea ¿O si? ¿Es posible que si estuviera planificado? ¿cabe la posibilidad de que fuera intencionado este juego hermoso que se crea entre el neón de HP allí a lo lejos y el de Sony aquí cerca? No, estoy seguro que no. Esa intermitencia regulada, ese efecto de caída cuando se enciende la Y y que parece reverberar en la P allí, no es intencionado; es la atracción del azar. Se va la luz del día, se acaba la luz cobriza, ahora el cielo de plomo se vuelve oscuro, reventado por el resplandor de la urbe encendida. La montaña que todo lo vigila se lanza a la oscuridad, se deja de identificar su perfil. Siempre he fantaseado con la idea de que hay gente que habita en la montaña y por las noches hay actividades enigmáticas a media altura. Se de fiestas en lo alto, de gente que excursiona y sube y pasa la noche, pero me refiero a la posibilidad de que haya grupos secretos que viven en zonas inaccesibles de la montaña y maniobran y realizan actividades misteriosas mientras la ciudad abajo sobrevive a la noche y a su laberinto de violencia. Hay veces que miro horas la montaña y recuerdo aquel tipo que se enamoró de ella. Su apartamento miraba hacia ella. Me confesó, en aquellos arrebatos que le daban a la hora de hablar de la montaña, que llegó a masturbarse mirando el perfil. Luego sacaba un cuaderno y leía cartas que escribía como si fuera una mujer. Una noche decidió subir absolutamente borracho. Cogió el coche y se quedó en el parking que hay en la ladera central, cuando apagó el motor unos malandros entraron y le mataron. Dejaron su cuerpo tirado en el aparcamiento y se llevaron el coche. No tenía familia y fuimos muy pocos a recoger sus cosas, yo tuve la osadía de quedarme con el cuaderno de cartas a la montaña pensando en la posibilidad de publicarlo. Llegué a pensar en buscar subvención institucional, promover aquellos textos como una forma para vincular literatura a la montaña ese símbolo inevitable de esta ciudad, pero a nadie le atrajo el proyecto. Era un autor underground en una ciudad que toda ella, de por sí, es underground como forma de existencia, pero aquí nadie mira a los lados. Hay veces que ni siquiera miramos la montaña. He llegado a creer que esta ciudad existe por contraste a esa montaña sublime ¿Cómo es posible que exista esta ciudad desmembrada a los pies de semejante accidente geográfico? Esa ladera inmensa y potente y a sus pies este caos insostenible, la violencia por la violencia. Hay algo místico en la ubicación de esta ciudad. Como si esa montaña fuera un ser mitológico y esta ciudad parte de su leyenda. Debe haber una explicación así para comprender esto o quizá no sea mas que como el neón de Sony y el de HP, que hacen un juego de reverberaciones y contrastes, ajenos. Unidos por un azar y por el punto de vista que da esta azotea. Quizá sea eso y no haya más. Eso sólo la montaña lo sabe.

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