sábado, abril 04, 2009

Una visión anormal en el salón

Despertó, caminó hasta el salón con la intención de hacerse un café y descubrió que había una paloma de tres metros en el salón de casa. Quieta, justo a la altura de la mesa, mirando hacia ningún lado, arrullando con desgana pero con un sonido tan profundamente grave debido a su tamaño que el arrullo parecía venir de algún lugar mas allá del suelo, del techo o de las paredes. Nada hacia la paloma de tres metros salvo estar quieta y no esperar nada. El se quedó quieto en la puerta del salón, inmóvil, observando al inmenso animal con el temor de quien ve eso, una paloma gigante y se planteó la manera de escapar sin tener que atravesar el salón. Lo mejor en ese caso era jamás ser visto por el animal. Volvió a la habitación, ella aún dormía y primero quiso despertarla para compartir la visión demoledora de la paloma de tres metros y luego pensó que al menos uno de los dos viviera un rato mas desconociendo la presencia inoportuna en el salón. Ella se giró para cambiar de posición en la cama y emitió un leve gemido y un suave bostezo sin abrir los ojos que a el, quizá por obsesión y por el pánico momentáneo, le recordó a los arrullos de las palomas, pero de las palomas de tamaño normal. Miró por la ventana hacia la calle, calculó como sería el salto desde ahí, si ambos podrían llegar hasta otro lado sin atravesar el salón, sin tener que enfrentarse a la paloma de tres metros que arrulla gravemente y con desgana en el salón. Pensó, trazó un plan. Abrir la ventana, apoyar los pies y trepar hasta la ventana del vecino y lograr la libertad de manera arriesgada y compleja pero heroica. No volver a casa, dejar el hogar para siempre con el animal ahí quieto, arrullando con desgana. Liberarse de esa imagen. No volver a entrar, dejar la ropa, los muebles, los libros, los discos, el ordenador, la televisión. Entregárselo como precio de la libertad, de no tener que atravesar el salón y ser visto por esa ave gigante, no escuchar nunca el arrullo de la bestia estática de tres metros. Cogerla a ella, que no despierte y sepa, que no tenga que ver, cogerla en brazos y salir por la ventana hasta donde el vecino que es donde acaba, donde todo eso se acaba. Ella abrió los ojos y le miró, asustado, con temor y le preguntó:

.- No salgas Ana, no salgas ahí afuera. Espera. Vístete que tenemos que escapar por la ventana

Y ella le miró y no entendió nada. Trató de preguntar, pero el hizo un gesto de silencio, temiendo ser oidos por la paloma de tres metros.

.- Hazme caso, Ana. Vístete, agárrate fuerte a mi. Abriré la ventana y saldremos de aquí. Tocaremos la ventana del 6º C y a partir de ahí, Ana, empezará a una nueva vida. Lo tienes que entender. Tiene que ser así. Confía en mi.

Y ella duda, abre el armario y se viste. Se viste rápido. Ella se abraza fuerte, mientras el pone un pie al borde de la ventana, mira rápidamente la altura y logra controlar el vértigo. Gira, ella tiene miedo y no comprende pero acepta porque está medio dormida y porque él habla serio, mas serio que nunca. Abajo pasa el tráfico, una paloma de tamaño normal arrulla en el piso de arriba, en la ventana del 7º B, ella siente que nada tiene sentido pero acepta, el recuerda el arrullo de la paloma gigante y ese recuerdo le da fuerzas para evitar el vértigo. Avanza con extremo cuidado, midiendo cada paso, ella se agarra fuerte a su cuello y no mira, jamás mirará hacia abajo. Algunos minutos después alcanzan la ventana donde empieza la liberta. Tocan. El niño mira asustado y abre. Les ayuda a entrar.

Caminan por la ciudad. El le pide a ella que no pregunte, pero que el hizo lo que debían hacer, que es mejor que ella no sepa pero que confíe en él. Buscan una casa nueva, empiezan de cero una nueva vida. Con esfuerzo económico compran nuevos muebles, nuevos libros, nuevos discos. Van llenando las estanterías mes a mes. Ella en un par de ocasiones trata de comprender, le interroga y el contesta siempre que no lo hará, que no le contará el motivo de abandonar aquella casa, el motivo de aquella ruina temporal. Que hubo que hacerlo, de esa manera, sin otra opción.

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