viernes, abril 17, 2009

El sueco

No entiendo como he llegado hasta aquí. No estoy en un sueño, tampoco he estado inconsciente. He debido de sufrir algún proceso de amnesia. Estoy en Marrakech, pero no recuerdo bien cuando y como llegamos a Marrakech. Me llevan a un "lugar para cenar que jamás olvidarás". me he montado en la furgoneta del sueco, los que viajaban conmigo van, todos juntos, en otra furgoneta conducida por Abdul, un tipo que me ha resultado realmente entrañable. Abdul me ha hablado del desierto, pero en ese momento el Sueco me ha dicho que me fuera con él, que ya seguiríamos hablando del desierto durante la cena. He hecho un gesto a los míos, para indicar que nos veríamos allí, a donde nos llevan. Me he montado en la furgoneta del sueco y ha empezado a conducir de la manera menos sueca posible. El sueco es un suicida al volante, desconoce las reglas, desconoce la prudencia, pisa duro en el acelerador. Va sonriendo y pone un disco de Janis Joplin. Me parece raro escuchar Janis Joplin mientras atravesamos esas calles irreales de Marrakech. EL Sueco habla español de manera brillante pero con un acento que resulta imposible. Me pregunta mi nombre, la ciudad dónde vivo. Me cuenta que lleva doce años viviendo en Marruecos, le pregunto: "¿Qué hace un sueco viviendo en Marruecos?", ríe de manera profunda. Lo pregunto con enorme curiosidad porque El Sueco es un tipo raro, los mas ajeno a Marruecos que pueda existir en Marruecos su forma de vida parece la de un sueco que se ha adaptado a Latinoamérica, o esa manera que entienden los nórdicos que es la vida en Latinoamérica. Ríe, ríe profundo con mi sonrisa. Gira la mirada mientras atraviesa una calle vacia y en la que ya es de noche, me mira de repente con desprecio. Su risa se detiene y me mira con desprecio. Nos quedamos callados. Gira en una esquina y se detiene. En ese instante ya se que El Sueco no me lleva a la cena, el sueco busca otra cosa. "Esta plaza te gustará", me dice. Detiene la furgoneta. Abro la puerta, miro hacia atrás con la última esperanza de ver llegar la furgoneta de Abdul con los míos. Me bajo, noto que el sueco está a mi espalda, suena su teléfono y contesta, habla en árabe. Veo que en su mano lleva un martillo, un martillo de tamaño gigante y habla casi enfurecido por teléfono. Me mira mientras habla y en la mirada veo un vestigio de lo que sospecho son sus intenciones. El sueco me quiere matar. Le hago un gesto, indicándole que voy a buscar un sitio para orinar. Sigue hablando. Salgo de su campo de visión y salgo corriendo. Corro, corro hasta una calle ancha en un lugar que desconozco. No se donde estoy. Hay unos hombres sentados en unas sillas al borde de la acera, me ven pasar. Sigo corriendo sin saber donde voy, pero corro, corro calles que jamás he visto. Estoy en Marrakech pero en una zona alejada de la medina que es lo que mejor podría conocer. Veo un hombre que camina con su burro. Le hablo en ingles y me hace un gesto que no comprende. Sigo corriendo. Es de noche. Entro en una calle veo una casa con la puerta abierta, la televisión está encendida. Entro, hago gestos angustiados pidiendo el teléfono. Sin esperar respuesta lo uso, me miran con inquietud, con pánico. Marco el teléfono de los míos. Me atiende Illot, le hablo rápido, le cuento lo que me ha sucedido. Oigo silencio. He perdido la comunicación. Vuelvo a marcar, ya nadie atiende. Miro a la gente de la casa. Salgo a la calle. Siento algo extraño, pero real. Estoy perdido en Marrakech y no se como encontrarme

1 comentario:

illot dijo...

¿si?...¡ah! ¡hola! ¿qué tal... como??.......¿pero? .............
¿¿henry??.....¿¿¿estás ahí???

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