jueves, abril 23, 2009

In memorian

Tenía la desventaja en su contra de no estar, jamás, en el sitio apropiado, o mas que jamás, que tampoco es cierto, sino los últimos años de su vida. Llegó un momento que el lugar donde ponía los pies eran el lugar menos apropiado para ponerlos. Sus pies iban a la contra, en contra de él y en contra de si mismos. De la infinidad de espacios para poner los pies sobre la tierra, estos terminaban poniéndose donde nunca había que ponerlos. En el perimetro exacto dónde el no debía estar. No tenía conciencia de este asunto, pero sin darse cuenta trato de poner remedio. Esos actos que realizamos ajenos a nosotros mismos. igual que no era consciente de su desafortunada manera de detenerse siempre en el lugar equivocado, tampoco fue consciente de la solución que buscó, que fue jamás apoyar los pies en la tierr. Elevarse, pues. Esto lo produjo excelentes resultados por un lado, pues ya sus pies no se apoyaban en el único lugar que nunca había que apoyarlos, pero le comenzó a aislar enormemente de la gente, con la que, por pura incomodidad, ya no podía hablar del mismo modo. Esa incomodidad a la que estaba sometido, por desnivel, en las conversaciones, por que siempre es incómodo hablar mirando excesivamente hacia abajo o hacia arriba, le produjo un aislamiento no ya sólo con respecto a los otros, sino con el mismo, porque el se elevaba, si, físicamente permanecía unos cuántos metros mas arriba, pero algo que no se sabe que es y que parece el centro de operaciones de cada ser humano, permanecía aún abajo, invisiblemente, fuera de si, pero abajo. Así que su cuerpo se fue quedando aislado, casi como esos globos medio deshinchados al finalizar la fiesta, que aún vuelan, pero que parece que no pueden volar. Realmente eso era: un globo, un globo deshinchándose, quedándose poco a poco sin aire. Un globo rojo que va cayendo. Un globo rojo que va aislado empujado por el viento suave de una atardecer que ya se ha olvidado. Así que, sin darse cuenta evitó el conflicto de poner los pies en el sitio equivocado, pero se trajo otros problemas también invisibles. Convertido en globo rojo que da vueltas en círculo por debajo de un árbol en medio de un parking, empujado por el aire suave, perdiendo lentamente el aire se fue distanciando, mas que del suelo, del lugar donde había puesto los pies por última vez. Se fue alejando como se aleja la conciencia de los que se van quedando ausentes. Se fue yendo, deshinchando, quedando sin aire, cayendo vete a saber donde. Nos dio tiempo, eso si, nos dio tiempo para verlo deshincharse a lo lejos y sentir esa nostalgia y ese dolor inexplicable que se siente de niño por ese globo que ya jamás volverá a estar hinchado. Quizá en los globos se descubra por primera vez la caducidad y la mortalidad inevitable. Hemos visto esos globos que pateamos como magistrales jugadores de futbol, esos globos que ralentizan el tiempo en su movimiento y te dejan hacer piruetas en cámara lenta y que luego hemos visto perder su aire y deshincharse y todo ese esplendor se viene abajo, y el globo pierde su facultad y su enigmático manejo del tiempo. Quizá fue ahí que descubrimos que nada es eterno. Así, quizá vimos por última vez el globo rojo largarse, irse con la luz del atardecer de una ciudad de nombre enredado.





1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre que vi un globo en el cielo yendo hacia arriba a toda velocidad, pensaba que en algún lugar no muy lejos, viendo hacia arriba, estaría un niño llorando porque se le escapó.

Ahora soy grande, y sigo pensando lo mismo.

Saludos HS. Extrañaba su espacio.

CL

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