viernes, abril 10, 2009

Despertar

Me desperté pensando en Felix Valderrama. Entraba el sol de las siete de la mañana por la ventana sin cortinas, una nube diminuta pasaba, algo desgarbada, de forma facial y que jugaba con enorme precisión y muy elegantemente con la luz del amanecer, arriba en un cielo que iba variando de color. Olvidé inmediatamente lo que había soñado. Miré a mis lados, no estaba en el trópico, pero sentí algo parecido a despertar en el trópico. Recordé en ese instante a Felix Valderrama. Pensé primero en varios gestos característicos, evoqué determinadas situaciones vividas conjuntamente, su pasión por los sueños, esa pasión que va mas allá de la pasión habitual de cada ser humano por el mundo de los sueños. Valderrama los mira no sólo con asombro, de manera científica, con curiosidad, con fascinación o con perplejidad. Valderrama sospecha en los sueños una forma de vida, bastante mas real que la que sucede después. La vida, diría, es lo que transcurre para recopilar información para luego soñar. La clave de la existencia es el sueño, lo que sucede en el despertar es la parte de supervivencia para que esa autentica vida suceda. La vida es de aquello que necesita el sueño para existir, pero es este quien gobierna. Recordé esas refleaciones de Valderrama mientras no recordaba lo que había soñado y me levanté. Miré por la ventana, no había resquicios de la nube de aspecto facial, pero permanecía la sensación de trópico en la habitación. Abajo el mar, la marea era suave y sólo a lo lejos se veía un barco atravesando la línea del horizonte, dirección este. Me giré. Abrí la mochila, anoté en el cuaderno la hora y traté de escribir algo sobre un músico de hotel con crisis de identidad, no logré escribir nada concreto. Arranqué la hoja y la lancé a la papelera. Salí al pasillo con la intención de preguntarle a la dueña del hostal por un sitio con buen café. La dueña del hostal no estaba en la mesa que hacía funciones de recepción. Tosí, volví a toser y salió su hijo. Me presenté. Se presentó. Pregunté por el café. Me mandó a un lugar en el pueblo, cerca de la playa. Caminé. Juro que en una esquina caminando rápido vi a pasar a Felix Valderrama con diecinueve años. Era él. Estoy seguro. He comprendido que este pueblo no existe. Tampoco yo. Tampoco este sueño

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ni yo, solo una azotea enorme llena de grafitis. Qué fijación la mía!

CL

Mi lista de blogs

Afuera