lunes, abril 20, 2009

Los números y el barco

Bajé durante tres dias seguidos a jugar. Alcancé un estado de frenesí. La ruleta giraba, por extraño que parezca, siempre a mi favor. De entrada dupliqué mi capital. Seguí. En esos tres días lo perdí y lo gané todo varias veces. Hay algo mas que hipnótico en el giro de la rueda, en la bola desplanzándose bajo las leyes de la mas pura anarquía. Oía la voz, los números cantados por el croupier casi de antemano, como si supieran antes de frenarse el viaje histérico de la bola, en que número iba a parar. Oí mil veces los números. El 23, el 8, el 19. El gran problema del hombre es el azar. Mas indescifrable que el tiempo, la muerte o el destino, es el azar por que se esconde a sí mismo y al mismo tiempo, a la muerte y al destino. Es el azar el problema indescifrable, el enigma infinito porque sólo se descubre cuando ya ha transcurrido. En el 34 gané. En el 9 lo perdí todo. No hay reglas, salió muchas veces el 29, jamás vi la bola en el 3, pero esa ruleta giraba a mi favor, no siempre, casi siempre pero sentí, durante breves momentos que la había descifrado, que estaba cerca de comprender sus caprichos. Gané mucho, todo, hasta que me detuve. No niego cierto delirio, cierto frenesí. El giro de la ruleta, la voz del croupier, la inevitable sensación de una vez más. El psicología del vicio, por extraño que parezca es sencilla. Se sucede todo en un juego de mascaras, de sensaciones disfrazadas. "Y ¿si acierto una vez mas?", ¿Quién no necesita conocer esa respuesta? ¿Quién puede dejarla ir sin mas?. Me detuve. Mire el dinero y salí. Había pasado tres días de los que no recordaba nada, salvo el último número. Caminé por la calle. Detuve un taxi y le indiqué que me llevara hasta el puerto. Me bajé. Dos horas mas tarde había comprado un barco. Tenía suficiente dinero como para dejar llevar mis deseos mas ocultos, conocerlos. Compré un barco porque ese era el motivo por el que durante tres dias había jugado. Comenzaba mi misión, la ejecución de mi plan. Dos días mas tarde comencé este viaje. Mantengo a una pequeña tripulación. El capitán es un hombre enigmático y silencioso. Atravesamos el mar del que desconozco, como del azar, todos sus misterios. De alguna manera en algo se parecen el capitán y el croupier, son los primeros que me desvelan ese línea lejana del horizonte, el número donde se detiene la bola. Anoche fumábamos, la humedad y la fría noche se colaban en nuestros huesos, el capitán me habló con seriedad, casi preocupado:

.- ¿Que pretende de este viaje?. Acepté el reto de este viaje desconocido, pero necesito saber el fin de todo esto.

Me quedé callado unos segundos.

.- No hay viaje. Es una metáfora. Este barco se traslada por la ruleta. Necesito comprender que reglas rigen el azar.
El hombre terminó de fumar, lanzó el cigarro, aún humeando, contra el mar. Contenía cierta rabia. Nos quedamos callados. Yo seguí fumando. Al terminar lancé mi cigarro, también, contra el mar. Pensé en esos dos cigarros, lanzados a destiempo, dos números que habrían sido cantados en el casino en ese mismo instante,en esa misma noche. El cigarro del capitán un primer número que habría dado suerte o no, el cigarro que yo lanzaba el segundo. ¿A qué números correspondían esos cigarros?. No supe verbalizar, pero sentí que había una red, cuerdas que sustentaban cada movimiento universal, para detener la bola en ese instante, donde quiera que se hubiera detenido en ese instante breve. El capitán bajó. Apenas escuché un buenas noches lejano, silencioso, que escondía furia. Miré la mas profunda oscuridad frente a mi. El azar indescifrable, como un horizonte al que se va llegando y se va dejando atrás y del que nunca se ve nada hasta que ya se ha pasado. Fumé, moví la bola, de nuevo, del casino, o eso sentí o eso quise sentir. No he dormido. He visto el amanecer aquí sentado. El capitán, desde temprano trabajaba en algo con uno de los chicos. No debe quejarse, debe contener esa rabia, le pago bien y su trabajo es suave. Además, el lo desconoce, pero es parte de la misión mas importante para los hombres, para la ciencia. Avanzamos, dirige esa bola sobre la ruleta. Este viaje terminará al otro lado, si es que existe, dónde el azar se comprende. Donde la bola se detiene y todo cobra sentido. Somos, seguramente,o eso es lo que deseo y espero, el número 23, el que ella apostará dentro de dos noches, como pactamos, a la hora estudiada. Este barco tiene la misión de detener, bajo leyes aún incomprensibles para los hombres, esa bola en ese instante preciso estudiado durante años, se detendrá en el 23, para ello este barco debe estar avanzando por el punto descifrado y estudiado durante años, para ello he vivido. Ella apostará allí, bajo la lampara, bajo la atenta mirada de los que de algún modo sospechan. Este barco, que es un número debería detener con precisión, ese bola. Y así será


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