miércoles, abril 08, 2009

La playa perdida

Bajamos a media tarde. Hacia un calor suave, una temperatura media, aunque ese termino es siempre enormemente relativo. Caminamos por el sendero que lleva hasta la playa donde apenas hay nadie. De bajada subía un niño con su madre, nos miraron y nos preguntaron si habíamos visto un perro blanco. Contestamos que no y seguimos bajando entre los arboles que cubrían el sendero. Me quite las zapatillas peor me hubiera quitado la ropa entera, era agradable sentir ese vacío, esa soledad elegida, es vacío de media tarde en esa zona de playa. Si íbamos de vacaciones ahí era precisamente por ese motivo, porque se sentía un agradable vacío y eso producía una gigante sensación de descanso, de ausencia. Llegamos a la playa, el sol aún mandaba rayos a este rincón planetario. Las olas eran suaves, la playa estaba vacia y le dije a ella, con tono picante que no estaría nada mal hacer el amor. Ella sonrió y comprendí su pudor. Me fui a bañar. Ella se quedó leyendo y yo me sumergí persiguiendo unos peces que parecían un grupo de danza contemporánea. Luego volví. Cuando casi me acercaba hasta ella, vimos el perro venir, el perro blanco que la madre y el niño buscaban con cierta angustia, el niño tenía los ojos rojos dejando muestras evidentes de que había llorado en la búsqueda del perro. Vimos el perro venir hasta nosotros. como si llevara horas perdidos y ese encuentro con seres humanos le ofreciera sensaciones parecidas al retorno a casa. Ella se levantó casi para cogerlo en brazos. El perro era pequeño y evidentemente trasmitía nervios, el temor de cualquier ser vivo ante variaciones imprevisibles en su existencia. Ella se acercó hasta el, lo miró como si tuviera alguna dote desconocida de veterinario, me miró me dijo:"Creo que voy a subir con el hasta arriba, donde el parking. Quizá aún anden por ahí buscándole. Espérame aquí". Obedecí, había algo atractivo en quedarme solo en la playa mientras terminaba el día. Me volví al agua, vi la playa desde ahí, la perspectiva me parecía cinematográfica. Comprendí entonces que estaba solo, el sol se termianab de esconder. Salí del agua. Sneti frio, la piel estaba erizada. Busqué mis cosas, no las encontré. Busqué la salida al camino entre arbustos, no lo encontré. Fue así como lentamente fui comprendiendo. No habíamos encontrado al perro, no. Nosotros también nos habíamos perdido. Estar perdido no es perderse, sino que es llegar a este lugar. El perro lo sabía, nosotros no. El perro la condujo a ella al lugar donde dejas de estar perdido, donde las cosas y la gente se encuentra, aparece. Yo me había quedado ahí. En ese lugar donde está lo que se pierde. Estoy perdido, encontré el lugar donde todo se pierde y nada ni nadie me encontrarán. Salvo que dentro de añós, siglos, un perro blanco aparezca ladrando y me saque de aquí y me lleve allí, donde están todos, ellos, ella, el perro blanco. El mundo

1 comentario:

Anónimo dijo...

No te veo, y se que yo tampoco estoy en el mundo. Creo que es la diferencia horaria. Avísame cuando amanezca a la misma hora que acá, quizá ahí nos encontremos en este lugar perdido.


CL

Mi lista de blogs

Afuera