lunes, abril 13, 2009

Insomnio en la residencia

Despertó a las cuatro de la madrugada. Mantuvo un rato los ojos cerrados. Estuvo pensando difusamente en Andrés Rubián Lopez, de quien hacía años que no sabía nada. Abrió los ojos, miró el reloj y comprendió que estaba desvelado. Sin encender la luz se puso en pie, camino torpemente por la habitación y salió al pasillo. En el pasillo se percató de que iba con los pies descalzos, pero siguió andando hasta el hall donde podría encender la televisión sin volumen. Pensó en la posibilidad de encontrarse con Matías Durán, el dueño de la residencia y que los domingos hacía el la guardia para darle descanso a Peré, quién habitualmente hacía la noche en la residencia. No escuchó a Matías, se sentó en el sofá destrozado del hall poniendo los pies descalzos en la mesilla. Pasó varios canales. Vio: Un concurso telefónico presentado por una chica que no parecía real, sino la protagonista de una película de bajo presupuesto de ciencia ficción mala. Un teletienda que anunciaba un aparato para hacer ejercicio casi hipnótico, porque esté movía a los atletas o a ls futuros musculosos de manera extrañamente automática. Una película porno en la que dos tipas eran sorprendidas en una isla perdida por un Robinson musculoso, este se une a la fiesta sexual y al orgasmar las expulsa de allí de manera confusa, no se sabe si con poderes divinos o por la energía invisible de esa isla lejana. Una de las chicas es morena, la otra es rubia. El, mientras se sucede la escena sexual en la televisión, se masturba pensando en la morena. Cambia de canal, un tipo habla de economía. Cambia de canal, un cura habla de la salvación en un canal de temática religiosa. Se queda escuchando al cura que habla del perdón y del camino. Siente, no sabe porque, un profundo rechazo por la imagen física del cura. En ese momento aparece Matías por el hall. Le mira y le saluda. Le cuenta, casi para excusarse que se ha desvelado y que no logra dormirse. Matías le dice que el insomnio es un castigo, no sabe de que, pero que es un castigo, que él sufre de insomnio a menudo. Se sienta a su lado y con naturalidad le pregunta si no están poniendo ninguna porno. Contesta que cree que ya estaba terminando, pero vuelve hasta ese canal. EL Robinson, en ese instante, está mirando una barca que se acerca a lo lejos, a su isla. Mira con resquemor. Matías y él ven con desinterés la trama. El Robinson pornográfico viste un taparrabo absurdo. La barca llega a la orilla, Robinson se esconde tras unas palmeras y observa como una mujer con un traje galáctico baja de la barca. Matías le dice que el porno es ideal para el insomnio, sólo bajo el estado irreal que tiene la mente en el insomnio puedes aceptar esas tramas imposibles, deliradas. El no habla, pero le da pudor que la escena que va a suceder se queden los dos viéndola, le propone a Matías cambiar de canal. Matías acepta sonriendo:"Tu verás, eso es lo mas creíble que vas a encontrar a esta hora". Matías se levanta y se pierde por el pasillo impar. Apaga la televisión y sale a la puerta de la calle. Es de noche y siente el frio de la acera en los pies descalzos. Por la acera de enfrente pasa un hombre. Sabe que no es, por lejos que esté, sabe que no es, pero le hubiera gustado, sobre todas las cosas, que el hombre que pasa en ese instante por la acera de enfrente fuera el actor que representa al Robinson que acaba de ver. Bosteza y entra de nuevo. Camina por el pasillo hasta su habitación, mira la puerta de la habitación de ella, suspira. Sabe que se meterá en la cama y no dormirá y que sin embargo ellos dos si, ellos dos estarán al otro lado de esa puerta dormidos. Cierra los ojos, y en un ejercicio infantil, decide mandar poderes a través de la puerta para que ella, al menos en ese instante, sueñe con él. Se mete en la cama, mira el reloj. Las 5:04 de la mañana. No lo sabe, pero siete minutos después, se quedará dormido.

No hay comentarios.:

Mi lista de blogs

Afuera