martes, abril 28, 2009

En este instante

En este instante una espesa niebla se extiende frente a la ventana. Detrás de esa maraña blanca o grisácea, sospecho el mar, el mar que ayer me trajo hasta aquí. Llegué ya de noche, en una lancha conducida por uno tipo amable de nombre que difícilmente puedo pronunciar. Me habló de este poblado, dijo algunos nombres, contó anécdotas banales, pero todo muy superficial. Aquí se es siempre sospechoso y la gente de esta tierra desconfiada. Conocí al dueño del hospedaje, un hombre antipático e inmenso. Al fondo, en una zona de la casa a la que los huéspedes no tienen acceso, había dos mujeres que reían y bebían, el hombre me mostró mi habitación y se despidió sin simpatía al salir de la habitación. Durante un rato escuché ruido abajo, risas de las mujeres y la risa profunda del dueño del hospedaje. Me acosté en el colchón y cerré los ojos. He soñado con un paisaje de las antípodas que desconozco, avanzaba por un camino con la seguridad del que sabe donde va, me detenía en medio del camino, aparecía una mujer que conozco y que nada tiene que ver con ese lugar, tampoco con mi vida. Extrañamente sentía una profunda atracción hacia ella, una atracción que desconocía, la miraba un buen rato, nos sentábamos incómodamente en un lado del camino, me pedía con ternura que no siguiera avanzando, me agarraba las manos con desgarro y me miraba, me suplicaba que no siguiera, pero la besé, me puse en pie y seguí caminando. Alcancé un río, al otro lado un hombre me hacía un gesto amable, estaba pintando algo que no alcancé a ver porque el lienzo lo tenía de espaldas a mi. Me miraba sonriendo y volvía concentrado al lienzo, de vez en cuando levantaba la mirada como si estuviera retratándome. Me lancé al agua, y avancé con unas brazadas difíciles, mi intención, mi única intención en ese instante, era alcanzar la otra orilla y descubrir la pintura, pero la corriente, terriblemente fuerte, no me dejaba avanzar hacia adelante, me empujaba. Me agarré a una piedra para no ser arrastrado, en ese instante miré al hombre casi solicitando auxilio, el hombre me miraba pero con curiosidad pictórica, como si analizara mis movimientos, mis gestos y los trasladara a la pintura, pero en ningún caso hacía el mínimo gesto de alarmarse. Enloquecido abandoné cualquier pensamiento sensato, olvidé la cordura. Sobre todas las cosas quería ver que era aquello. La corriente era terrible, agotadora, me empujaba, mi esfuerzo extremo no alcanzaba su objetivo, la corriente me llevaba. En ese instante he abierto los ojos y me he puesto en pie. Ahora veo la niebla que ya se levanta, que con cierta prisa abandona la costa, de fondo viene otro día de sol, de mucho calor, de humedad. Reviso mis bolsillos, todo sigue en orden. Ese gesto lo realizo tantas veces y sin embargo aún me sorprende seguir teniendo todo en orden, que no falta nada. Salgo de la habitación cumpliendo cada punto, sin saltarme nada. Bajo las escaleras, una mujer de unos cuarenta años, tremendamente atractiva, me pregunta que si quiero un café, lo acepto. Me siento en una mesa en la cocina, la mujer me pone el café y me da algo de comer. Me pregunta de donde vengo, miento. Me pregunta mi nombre, miento. Me pregunta el motivo de mi viaje, miento. Miro el reloj y veo que llega mi hora. Agradezco el café, llevo mi taza hasta el fregadero y veo su cara un poco mas cerca, siento un olor que viene de su piel de un jabón muy agradable, también el olor del champú que habrá usado pronto en la mañana. Me despido. Salgo a la calle, camino despacio. Bajo hasta la playa, al fondo un hombre trabaja sobre una barca, tiene anzuelos y nailon extendidos, levanta la cabeza y me ve venir. Va cambiando su rostro, la seriedad de la concentración va cambiando lentamente, se extienden los labios, se van alargando, adoptando una forma que redirige su gesto, sonríe, me reconoce. Encuentro al hombre que buscaba, al que tantos años llevaba sin ver, encuentro, tantos años después, a mi mejor amigo. Nos abrazamos y en seguida hablamos del mar, del día, de la humedad. Durante un buen rato olvido darle lo que llevo en el bolsillo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La vida esta llena de reencuentros. Nada como eso. Brindo por los amigos.


CL

Guy Monod dijo...

"Todos tenemos dos vidas:
la verdadera, que es la que soñamos en la infancia,
y que continuamos soñando, adultos, en un substrato de niebla;
la falsa, que es la que vivimos en convivencia con otros,
que es la práctica, la útil,
aquélla en la que acaban por meternos en un cajón.

En la otra somos nosotros,
en la otra vivimos;
en ésta morimos, que es lo que vivir significa;
en este momento, por náusea, vivo en la otra…"

(F. P.)

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