viernes, noviembre 14, 2008

Noche en otro sitio

Soñé que conocía a unas tipas que me pedían el favor de pintarle los muebles de su casa, lo curioso es que querían pintarlos de manera absolutamente colorida y sin formas concretas. Cada mueble debía tener miles de brochazos de diferentes colores. Recuerdo sobre todo mucho azul, algunos amarillos, rojos y ciertos naranjas. En el sueño yo pinataba los muebles en un salón que tenía una ventana que daba a un monte de una ciudad en la que viví de pequeño y la casa tenía una forma que no logro recordar, pero si tenía una forma extraña. Las tipas eran una holandesa, una francesa y una española y mientras yo pintaba ellas estaban sentadas en el sofá del salón recibiendo visitas y charlando de temas diferentes. De repente tengo varios muebles ante mi y siento una inseguridad tremenda, no tengo ni idea de pintar muebles, pero las tipas insisten en el encargo, confieso mi inutilidad para semejante tarea, pero ellas casi me ignoran y se quedan esperando a que arranque de una vez. Comienza la aventura y encuentro un placer tremendo en juguetear con tanto color. Un intensidad cromática que se acentúa precisamente por estar sucediendo en el terreno del sueño, mas que colores reales tienen esos colores algo de alucinado. Eso, por otro lado, me ayuda en la tarea para la que no estoy preparado, cada brochazo tiene su gracia pues el color usado, de por si, trasmite algo potente. Al terminar el primer mueble lo miro, lo coloco debajo de la ventana que da al monte de la ciudad en la que viví de pequeño y me resulta curioso el resultado. Es una cajonera muy ancha pero bastante baja, esta plagada de colores , de miles de colores en el que predomina, insisto, el azúl. Me doy la vuelta y las tres chicas están hablando de un viaje de hace años, la francesa me resulta muy atractiva, trato extrañamente de buscar su mirada, pero no la encuentro. Me quedo pensando en que es extraño buscar una mirada. Una forma casi infántil de seducir, por que si encuentro la mirada tampoco iba a insinuarme. Me giro y comienzo a pensar en el siguiente mueble por pintar. La española me pregunta por mi grupo favorito, no se responder. Ella dice que le gusta The Magnetic Fields, yo contesto que me gusta pero que no lo diría jamás como mi grupo favorito, le digo que sin ser mi favorito, hay una tipa que se llama Valet que me impresiona mucho y que seguramente el disco de Panda Bear entraría fuerte en ese ranking imposible. La francesa de repente pone música, es Panda Bear, me doy la vuelta y entró en tal estado que de repente pintar los muebles se convierte en algo que me resulta fácil, pierdo el miedo inicial y me libero, no se de que, pero de repente tengo menos peso. Suena Bro´s y suelto colores como el que suelta palabras, con facilidad, con la misma facilidad con la que habla un borracho. Al otro lado de la ventana veo el monte y el mar de fondo y siento algo indescifrable, pero es algo que es enormemente parecido a la alegria o a un estado de hipnosis. Como si todo fuera de repente mas lento. Pinto una mesa baja, aquí predomina el amarillo, pero es un amarillo suave, ahora que lo recuerdo pienso que ese amarillo realmente es casi imposible. La francesa está bailando la canción y las otras dos chicas hablan de un año que vivieron también juntas en el DF, miro a la francesa y esta vez encuentro su mirada, pero se ratifica mi idea de que es imposible que ella interprete seducción en ese juego, o ni siquiera juego, he mirado, ella me ha mirado por que yo miraba y todo se ha acabado ahí. Vuelvo a pintar y la francesa me pregunta si me gusta hacer eso, y le digo que si, que nunca lo había hecho antes, pero que me parece muy emocionante...

Despierto

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