jueves, noviembre 06, 2008

Hombre libre

Pagó la habitación, salió al parking y se montó en el coche. Salió rapidamente de aquel pueblo. Condujo con la sensación de libertad no siempre real que sienten ciertos conductores cuando avanzan por carreteras secundarias sin un destino predefinido. En su caso si, en su caso si había un enorme sabor a libertad porque acababa de dejar tres años de carcel a sus espaldas, acababa de abandonar el encierro y ese viaje era la celebración de vuelta a la vida. No tenía destino, comprendió tras tres años de encierro que el destino es algo que es mejor no tratar de llevar a un terreno que creemos favorable. Si algo tiene el destino, si es que este existe, es que es un "ser", este si, absolutamente libre con el que es mejor no jugar a las cartas, siempre se pierde. El destino decide, decide dentro de su desorden, de su caos, de una lógica fuera de toda lógica. Así fue como con aquel dinero que le quedaba en el banco al salir de la carcel dos dias antes, se comró un coche de segunda mano y salió hacia afuera, esa era la única premisa, recorrer el vasto mundo que había fuera de esas paredes de las que conocía el orden y numero de todas sus manchas. Condujo oyendo la radio, luego oyendo discos que habían quedado casi olvidados, algunos pocos discos que había podido comprar y que fue disfrutando como autenticos manjares. Se abría la carretera secundaria como no se había abierto nada ante el en esos tres años, y en realidad esa era la palbra que lo definia todo:apertura. Nada se había abierto en tres años, y si algo es agradable de la vida, si algo le da sentido es ver como delante las cosas se abren.Se abría la carretera, sonaba la música y de algún modo alguien que había estado enterrado emergía. Observó con una sonrisa la forma de la montaña que se comenzaba a perfilar a lo lejos, el movimiento de las ramas de los árboles, el paso de las rayas blancas en la carretera, el movimiento de las nubes, el sol sobre la tierra. A un lado de la carretera un coche de la policia detenido observaba el paso de los coches, vigilando las posibles irregularidades, un viejo vértigo le subió por el esófago, pero los policias casi ni le miraron. Poco después se detuvo a tomar algo en un bar de carretera. Entró en un bar, se acercó hasta la barra y pidió un café, alguien sentado en una mesa, la única persona a parte del camarero y él que estaban en el bar, le miraba con una intensidad casi insoportable. EL contestó la mirada con cierto despreció, aquella insistencia le comenzaba a parecer ciertamente molesta. El hombre no bajó la guarda, siguió con los ojos fijos en él. Respiró hondo y trató de ignorar la extraña situación. Se bebió el café con mas rapidez de la deseada, pagó y salió. Mientras abría el coche, el hombre le llamó desde la puerta. Pensó que el destino, de nuevo, estaba complicando las cosas, que sin elegirlo de nuevo algo estaba caminando hacia un terreno que parecía conocer, o que realmente conocía de sobra, miró y el tipo desde la puerta del bar le miró y le sonrió. Fue justo ahí, en esa sonrisa vieja donde reconoció al hombre, fue justo ahí que sus tres años de carcel cobraron sentido, salió casi corriendo y se abrazó a aquel hombre, mas que abrazarse casi se colgó. Se miraron y sonrieron. Al lado, pasando por la carretera, siguió fluyendo o el creyó escuchar el pasó de lo que el sospechaba que era el destino.

1 comentario:

Denzura dijo...

Oiga usté! Hoy me ha hecho llorar

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