martes, mayo 29, 2007

Quibor

La parroquía estaba casi a la entrada de Quibor. Una construcción de cemento pintada con cierto mimo para darle una imagen algo mas cuidada y cálida. El calor del mediodía anunciaba tormenta por la tarde, la humedad y el bochorno aumentaban con las nubes casi sólidas que venían por el norte. El cura barría a esa hora en el interior debajo de los bancos y preparaba la misa de la tarde. Recordaba, casi sin hacerlo, como esas veces que recordamos sin darnos cuenta que lo estamos haciendo, una mañana de hace muchisimos años cuando estaba apunto de salir de España y aun pensaba en la posibilidad de quedarse allí y este país era un lugar remoto y practicamente irreal. Entraron entonces por la puerta tres jovenes con acento de su tierra natal, saludaron con educación y preguntaron por el. Aquellos tres jovenes llegaban con la recomendación de un conocido sabedores de que preguntando por el tenían el alojamiento gratis y comida barata en la parroquia los dias que pasasen en esa tierra de pocas visitas turisticas.



Las conversaciones habían sido profundas y largas con aquellos tres jovenes que no terminaba de comprender que carajo hacían en esa zona del país donde casi nadie iba. Habían estado los dos dias casi todo el tiempo juntos, aprovechó para interrogar y curiosear por detalles de la vida cotidiana en ese país del que ya poco sabía y que tanto debía haber cambiado y que tan lejos parecía para el y sin embargo tan cercano para ellos. Entre tanta conversación en la que los jovenes se interesaban por alguien que debió vivir en el pueblo y de quien el cura nunca había oido hablar, terminaron haciendo una larga caminata porun sitio alejado de Quibor, un cerro al que el cura hacía muchos años que no iba y que recordaba con mucho enigma, lo hizo, promovió esa caminata por un cariño casi paternal con aquellos tres jovenes que le despertaron emociones que permanecian casi olvidadas por ahí dentro y por esa facilidad para los temas profundos y mas delicados que tanto le agradaban al cura y a los que hacía tanto que no se dedicaba, no por falta de ganas, sino por falta de otro con quien hacerlo. Así llegaron a lo alto del cerro, a un lugar realmente curioso desde donde se podía ver la larga llanura arida y la formación de las montañas a lo lejos. Llegaron al atardecer y se sentaron a contemplar el sol que a esa hora ofrecía un maravilloso espectaculo de luz. Despues de mucho rato en silencio comieron algo que habían preparado los jovenes y ahí, justo ahi comenzó todo. El cura levemente comenzó a sentir que aquella noche era la noche de la revelación, cada acontecimiento se volvió un acontecimiento de una enorme carga mistica. Ese amago de desierto se convirtió un paisaje casi infinito, vió entonces el cielo, encendido de estrellas y comprendió que el cosmos era indescifrable. Habló, cantó e invitó a la oración a los chicos que por extrañas razones reían la rededor de la hoguera que se había preparado previamente. El cura siguió, corrió y describió extraños e incluso inventados pasajes de la biblia, interpretó algunois otros y gritó a pleno pulmón desde lo alto del cerro hacia la oscuridad y la noche que ya todo cobraba sentido "ahora entiendo".

Llegó el amenecer y ni un rastro de los tres jovenes. El cura abrió los ojos deslumbrado por el sol, con la cara casi pegada a las cenizas de la hoguera. Nunca comprendería y así se leyó en sus diarios, que aquella noche fue la droga, fue la droga y no el cosmos quien le habló

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