jueves, julio 09, 2009

La misión

Viene olor a comida, a comida callejera, de esa que se mastica a toda prisa y que tiene sabores realmente potentes. Está anocheciendo y camino buscando un taxi que me lleve al hotel. Me han recomendado no caminar a partir de determinadas horas por la calle, trato de resistir la tentación. Me gustaría irme andando, atravesar este trozo de la ciudad desconocida que va desde donde estoy hasta el hotel, pero las indicaciones han sido severas, drásticas. Caminar con el sol casi escondido ya es una especie de locura nada recomendable. Hago la señal a un taxi que viene por la avenida, es un coche totalmente destartalado. El tipo se detiene, abro la puerta y le digo donde voy. Un locutor habla de Cuba en la radio, el conductor escucha con atención. Recorremos calles que jamás he visto, llevo horas en esa ciudad y todo es ajeno. El tráfico es extraño y la conducción arriesgada. Atravesamos primero una zona elegante, de casas gigantes, bien arboladas, cuidadas, con grandes muros y sistemas de protección. Nos desviamos y llegamos a una avenida que es como viajar al año setenta. Los edificios de los lados están absolutamente deteriorados, diría que muchos de ellos están abandonados. En una ventana veo un cartel colgando, distingo la bandera del país y unas cuántas palabras sobre ocupación y revolución (revolución está escrito con B). LA ciudad se ha ido quedando semi vacía, no hay gente en la calle, solo coches que van. Llegamos a mi hotel, pago al taxista y me despido. Cruzo la recepción, pido mi llave y subo en ascensor. Dejo sobre la cama el manuscrito y la cinta con las voces y la entrevista de los líderes del "Sonido amplio". Abro la cortina y veo la montaña inmensa que como una pared mitológica protege a la ciudad de algo invisible y tremendo. Abro la ventana, suenan los aires acondicionados, una moto que sospecho antigua atraviesa la calle abajo y se pierde. Sigo pensando en bajar y caminar, descubrir esta ciudad que por otro lado me resulta temible. Leo un poco del manuscrito. "Sonido Amplio" está dirigido, básicamente, por Horacio Font y Laurie Allen, ellos redactan el manuscrito. No están claros sus fines, o realmente no hay fin. Leyendo el manuscrito descubro que no pueden evitar cierta tendencia hacia el misticismo por mas pragmáticos que pretendan ser. Se cuela ese vestigio de espiritualidad en muchas frases aunque su creencia final sea la nada, no creen en nada o creen en la nada como cumbre de lo absoluto. Aborrecen la literatura y en el manuscrito hay una lista inmensa de autores de los que pretenden hacer desaparecer su obra del planeta. La lista es sorprendente, van desde Truman Capote hasta Laurence Sterne, pasando por Boris Vian o Sartre. AL concluir la lista hablan de hacer desaparecer cada una de las obras impresas de esos "estafadores del verbo" ( así denominan a todos los de la lista). Hablan de ciudades donde comenzar "el arresto de esas miserables páginas que tanto daño han causado a la nada", formas de actuar. Atracar librerías y hogares para ir quemando y hacer desaparecer desde "La nausea" hasta el "Trystram Shandy". Dejo de leer esa memez y me vuelvo a asomar a la ventana. La montaña sigue ahí y me pregunto porque carajo me han mandado cubrir esto, la imbecilidad de "Sonido Amplio", miro, veo la calle vacía, el alumbrado público decadente de esa ciudad, el olor a algo indefinido, el sonido de los aires acondicionados. Sigo con ganas de caminar, pero me siento en la cama y saco el libro que empecé a leer en el avión. Releo después de años a Alejo Carpentier. En el instante que abro la página se abre la puerta violentamente, unos tipos tapados entran. Me quitan el libro y me golpean. Son de "Sonido amplio", así al menos se presentan. El libro lo queman delante de mis ojos, me atan de manos y me llevan entre los dos al ascensor. El mas bajo, al que no le he escuchado la voz, ha cogido el manuscrito y la cinta. Salimos al hall, levantan las armas, nadie les detiene. Salimos a la calle, un coche con un conductor dentro nos espera. Me montan atrás. EL mas bajo, sin ninguna necesidad, me lanza otro golpe. No puedo evitarlo y le llamo enano cabrón, lo cual me cuesta una patada en el tobillo. El coche avanza por calles de una ciudad que parece un animal dormido, no hay un solo ser humano caminando, casi no hay coches. Hablan entre ellos en francés y luego en castellano, les digo que no se molesten, que entiendo ambos idiomas, cambian al alemán y me quedo pensando en lo imbécil que soy. Llegamos a una zona de la ciudad que está en una colina al sur. Entramos en un parking, me bajan del coche. Subimos en un ascensor ciertamente moderno. LLegamos al último piso. Se abre la puerta y estamos directamente en el salón de una casa con un ventanal desde donde se ve toda la ciudad. Hay dos personas que reconozco de inmediato. Uno es Paulo Coelho, la otro es Stephenie Meyer. Deduzco que ambos son los líderes de "Sonido Amplio" y que se esconden bajo los nombres de Horacio Font y Laurie Allen. Saludo a Coelho, a quien entrevisté para la revista varias veces, a Stephenie Meyer no la conocía en persona, pero la reconozco por la foto que sale en los libros que se ha leído mi hija de dieciséis años. Me interrogan, me hacen escupir todo lo que se sobre "Sonido Amplio" les confieso que nadie tiene ni idea de que ellos se esconden en semejante delirio. Al decir semejante delirio, el mas pequeño de mis secuestradores me vuelve a propinar un golpetazo, al cual yo respondo insultándole de nuevo. Meyer me mira con amabilidad. Habla de literatura, de la dictadura de los que insisten en hablar de buena y mala literatura y de los sufrimientos que les causan a ellos, ese sector rancio y cruel por ser grandes ventas. Coelho, no habla. Me mira, casi diría, con cierto pudor, avergonzado ante mi de pertenecer a " Sonido Amplio". Meyer parece creer en el fin de ese movimiento nadaista. Les pregunto sobre eso, sobre lo que he leido en el manifiesto y su creencia en la nada. Meyer dice que creen en la nada como forma de no contaminación, esa misma contaminación a la que tanto contribuyen los considerados grandes escritores de la humanidad. El pensamiento sucio, embarrado. Miro por la ventana, la ciudad se extiende, miles de luces estáticas como una galaxia adormecida, detenida en el tiempo, en la inmensidad. Ojeo la librería que hay detrás de Coelho, mientras Meyer sigue hablando. Sonrio y pienso en lo delirado de toda esa escena. Cierro los ojos completamente agotado. A la mañana siguiente despierto en el hotel con una nota en la que me piden que abandone el trabajo que me ha sido encargado. Llamo a mi ciudad, cuento lo sucedido, pero nadie me cree. En la revista narro los acontecimientos en mi columna mensual, pero todo el mundo la lee como un ejercicio de ficción.

Hoy he bajado a la libreria a comprar el libro de Alejo Carpentier que "Sonido amplio" quemó en el hotel. No estaba, no lo he encontrado. Tampoco un par de libros mas que he estado buscando. El dependiente de la tienda me dice que están teniendo problemas con la distribuidora. Que no están llegando libros.

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