martes, julio 07, 2009

Best seller

Escribió una novela en tres partes. Eran independientes pero a su vez eran continuas cada una de lellas. De modo que leída la primera, que así fue como se publicó, se podía abandonar la lectura o esperar los meses que la editorial había decidido dejar pasar para publicar la segunda parte y continuar leyendo el camino laberíntico de aquella trama que terminó siendo un éxito de ventas. El contrato lo dejaba claro. Una parte saldría cada seis meses a las tiendas. El éxito de la primera parte provocó unas expectativas que no fueron digeridas con facilidad por el autor, que aún en fase de corrección de las dos siguientes partes decidió tocar algunos aspectos de una trama que estaba, de nacimiento, cerrada, pero que consideró oportuno después de navegar largas noches en los foros creados en la red en los que se especulaba con la continuidad de la historia. Había concluido, leyendo esos foros, que el lector esperaba menos tensión para el protagonista de la que le tenía preparado como autor, lo que no contaban era con la influencia de ese personaje secundario que aparece de refilón en la primera y que a partir de la segunda cobra importancia vital. Tampoco se esperaba, en general, el lector la introducción de lo fantástico y de la parte mas científica en el desarrollo y esperaban mas anécdotas del viejo Bluish, quien, sin embargo, en las primeras páginas de la parte dos, el sabía, fallecía.

Fue entonces, a un par de semanas de la fecha de entrega que decidió guiarse por la popularidad del viejo Bluish en internet y le prolongó la vida. Lo cual modificaba mucho de la segunda parte y casi la tercera al completo. Miró el calendario y se entregó a la compleja tarea. Bluish ya no iba a morir y aquello, mientras escribía noche y día le dio una potente sensación de poder. Sentado en aquel escritorio se sentía el que daba y quitaba vida en aquellas hojas que eran su gobierno, su nación, su universo. De repente Bluish, el viejo Bluish, ese personaje anecdótico, cobraba importancia en la trama.

El día de entrega de la segunda parte apareció en la editorial, cruzó los pasillos saludado por cada empleado que se iba cruzando. Alcanzó la puerta del despacho del director. Tocó, entró y saludó. Entregó el documento y hablaron del tiempo, de la entrada del verano, del éxito de la primera parte, de las expectativas creadas, de los foros. Se levantó y salió a la calle. Entró en un café. Una joven leía la primera parte sentada en una mesa. Sintió la vanidad inevitable de saberse leido. La joven leía con atención, atrapada por la trama de ese éxito de ventas. El pidió un café y ella levantó la vista, le reconoció. Trató de ser amable, ella miró sorprendida y el le preguntó que si le gustaba, ella sonrió y dijo que si, que mucho. Ella le invitó a sentarse, el cogió la taza y aceptó la invitación. Hablaron de otra literatura, de otros libros, de películas, del sabor del café en ese lugar, del ambiente de la calle. Tomaron mas café. Terminaron comiendo juntos, a media tarde hablaron de viajes, de un par de noticias, a media noche se acostaron. De madrugada, ella con los ojos abiertos volvió a hablar del libro, de la trama, del viejo Bluish. Según hablaba el sintió una punzada, no recordaba lo cerrado que había dejado la muerte de Bluish, que ya se construía en el argumento de la primera parte y según hablaba la trama quedaba descolocada, un par de detalles que las nuevas modificaciones dejaban incoherentes la segunda y tercera parte. Había prolongado la vida de Bluish si, pero la había prolongado sin ser posible, esa frase que ella recordaba, que ahora decía en alto dejaba a Bluish en el precipicio de aquella muerte que ahora no iba a suceder. Bluish, el viejo Bluish tendría una existencia inverosímil, imposible. Sintió la punzada mientras ella hablaba de lo cruel de matar a Bluish o de prefigurar la muerte de Bluish. Se puso en pie. Llamó al director. No atendió, era tan tarde. Volvió a llamar. Siguió llamando. Atendió. Le habló con incendiado nerviosismo. Le contó que había un error en el texto entregado, que tenía que detener el proceso. Salió a su casa corriendo. Se sentó, recuperó el texto original donde Bluish moría como debía morir, como dictaba la trama que debía hacerlo. A las ocho de la mañana, sin dormir, llegó a la editorial con la versión original. Entró al despacho de un nervioso y agitado director. Entrego el nuevo documento que en realidad era el viejo. El director le dijo que no le devolvería el anterior, porque iba a leerlo, porque quería enterarse de todo este lío y lo iba a leer. Se gritaron, el sintió un ataque de violencia, quiso pegar al director. Salió del desapacho. Caminó por la calle. Entró en otro café. Nadie leía esta vez. Pensó en Bluish. En ese lio innecesario en el que le había metido Bluish y sintió cierto placer de que finalmente si muriera. Sonó su telefono, era la chica. Se citaron para comer. Llegó después que ella al lugar de la cita, ella ya estaba sentada. Bebía vino. El se sentó. Entonces ella le preguntó por Bluish. El le contó, ella le miró y comprendió:

.-¿ lo has entregado ya?- preguntó ella

.-Si-Contestó nervioso

Unas semanas después el libro estaba en las tiendas. Una tirada, la primera que salió de la imprenta, la que nadie detectó, contenía el argumento en el que Bluish seguía vivo. El exito de las dos posibilidades bifurcó la trama. El libro se podía comprar con el subtítulo de "Para los que aman a Bluish" o sin ese subtítulo en el que Bluish moría. Eso mismo se hizo con la tercera parte.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué bueno! Y el ají de gallina también!

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