jueves, marzo 27, 2008

Pintura inmensa

Me llega una invitación a una exposición de un artista que desconozco. La invitación es muy personal, me pide que acuda un dia concreto y a una hora exacta a una nave industrial en una zona de las afueras de la ciudad que desconozco absolutamente. Llegado el dia marcado, me pongo el abrigo y salgo a la dirección dada. Trás un enredado viaje de metros y trenes no muy claro y después de bajarme en una estación en medio de un no lugar, me veo caminando por unas calles en medio de una zona industrial a medio hacer. Llego a la nave que busco. La calle está vacía y en la puerta inmensa de la nave me encuentro a un tipo muy mayor que me sale al paso acompañado por un perro que si se le mira bien uno podría apostar, sin riesgo a perder, que al pobre animal pocas horas le quedan en este lado de las cosas vivas. Explico a lo que vengo aunque mientras lo explico me siento casi absurdo y saco la tarjeta que me había llegado unos dias antes a casa. El hombre la coge, y sin hablar, se gira y abre el portón de la nave de dimensiones abrumadoras, la puerta es gigante, el tipo entra brevemente, siempre con el perro pegado a sus pies y enciende la luz, me hace el gesto de que entre. Entro en la nave, es un espacio diáfano y gigante, alto hasta el delirio, a los lados veo de repente lo que casi había olvidado, el motivo de mi visita. Hay cuadros colgados a lo largo de las paredes, pero los cuadros son de unas dimensiones impresionantes. Son cuadros gigantes, tan altos casi como la misma nave. Hay muchos, uno detrás de otro, separados por muy poco espacio, todos con su tarjeta informativa al lado. Título, dimensiones, año, tecnica usada. Comienzo la visita. Me tengo que detener mucho rato ante cada uno, no es fácil contemplar cuadros tan grandes, miro el título y me separo considerablemente para comprenderlo mejor. Todos tienen el blanco como fondo, un blanco difuminado pero bastante liso, breves variaciones en ese blanco que sirve de fondo, luego en todos trazos casi siempre rojos y negros, algo de textura y fíguras que se suman unas a otras de manera poco definida. Los títulos son poeticos: "Mujer pajaro sobre ciudad invisible", "Niño volador sobre el fondo del mar", "La última tarde de junio". Siempre un personaje casi siempre navegando en una sensación de nostalgia, seres que se han perdido en la inmensidad, seres anónimos que disfrutan de ese anonimato en espacios donde se diluyen. Camino entre ese muindo exagerado. En algún momento siento que no es que la sala sea grande y los cuadros gigantes sino que he sido yo el que ha sido reducido. Como si me hubieran metido en la máquina del tipo de "Cariño he encogido a los niños". Los cuadros tan blancos, tan etereos me dan una sensación de soledad potenciada en medio de esa sala absurda, ¿Quien cojones me ha mandado la invitación a esta exposición?. Recorro la sala entera, ningún cuadro me emociona y termino cansado de tanta gigantismo. Salgo a la calle, veo al anciando con su perro anciano, le comunico que he terminado. El hombre me mira y casi inseguro me pregunta que que me han parecido, no contesto con palabras, sino con un gesto dejando claro que me parecen insignificantes, que me parecen algo insipidos y que la única gracia que tienen es el tamaño desmesurado. El hombre me dice que el autor ha dejado dicho que me llevara un cuadro de regalo... me he quedado mirando al perro, he mirado la hora y he comenzado a correr.

No hay comentarios.:

Mi lista de blogs

Afuera