domingo, marzo 09, 2008

Hombre frente al tiempo

Soy Cesar Salazar, tengo 100 años. Nací en la costa oriental, viví en la costa oriental y sospecho que moriré aquí, en la costa oriental. A lo largo de estos 100 años he llegado a la conclusión, entre otras cosas, de que el tiempo no existe. No existe y lo que sucede es que nosotros nos movemos en esa quietud, en ese no pasar, en ese no movimiento. Cien años son mucho, pero como sabrán o sospecharán, también es poco. Estás olas, frente a esta playa, frente a esta misma casa donde nací, llevan haciendo el mismo movimiento, exactamente el mismo. Esas olas que van y vienen y que el calor a veces deshace en formas que no se ven o que son invisibles a nuestros ojos y que se trasportan por las nubes ya habrán pasado muchas veces por aquí, agua viene y reviente en la orilla y sospecho que el tiempo es eso y que los recuerdos son eso. Fui un niño pescador aquí, un joven pescador, un adulto pescador y un anciano que recuerda que fue pescador. Y aún así, todavía salgo a pescar, como un viaje de ida y vuelta. Recuerdo ver a mi padre salir a pescar y yo ser pequeño e imaginar que iba, que me metía en el mar con ellos y que volvía a las horas con ellos y luego aquello que imaginé fue mi forma de vida y ahora, de nuevo, vuelvo a imaginar que me voy con esos jovenes, e imagino los ritos, y las conversaciones parsimoniosas de la espera y el lento amanecer mar adentro. Y ahora lo imagino con tanta intensidad que parece que aún entro e incluso me parece casi mas placentero, por que recordar o imaginar es muy placentero, de las cosas mas placenteras que se hacen a lo largo de los años, de todos esos años que en el fondo no existen. Y ahora no recuerdo tantas cosas de mi vida, tantas cosas borradas de esos años, de los cien años de atrás, pero recuerdo muchas otras, como una vida que construyes paralela a la vida que vives donde desaparecen tardes, mañanas o noches pero permanecen o varian de forma, leve, otras. SOy Cesar Salazar, tengo cien años y me parece imposible y veo mis manos y no las entiendo, las veo, las percibo, con ellas siento, pero me pregunto como pueden ser las mismas manos que hace 80 años tocaban aquel mar que era este mismo mar, este agua que habrá ido y venido miles de veces, y como estas manos pescaron por primera vez y se fueron acostumbrando al tacto de los hilos, de las redes o a la mano de Coromoto que hace treinta años murió y sin embargo tantos años Coromoto. Estás manos frente al amanecer, de incontables amanaeceres frente a esta playa que sería como otra forma de mi piel, una parte de la piel que no ha sufrido de manera tan radical el paso del tiempo, ese paso del tiempo que en el fondo no existe, porque esta ola que ahora revienta es la misma ola de entonces. Pasarán mil años y nada y todo habrá cambiado

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