domingo, marzo 30, 2008

El final de la semana

Anochece en la ciudad y estamos recogiendo las últimas cajas, limpiando y dejandolo todo preparado. Mañana no trabajamos y tengo ganas de hacer las cosas despacio. Ahora en la calle me encontraré con los de la frutería, en la parte donde dejamos todo para que lo recogen los camiones. Mi jefe me ha pedido que saque con el carro los últimos restos y me despido de él. No es mal tipo, pero paga poco. Salgo por detrás por la calle sin salida. Están los dos chicos de la frutería fumando y esperando. Me ayudan con el carrito, lanzamos a los contenedores todo y dejo el carrito en la puerta. Salimos a la ciudad. Paramos en un chino y compramos cerveza y cigarros y nos sentamos en la plaza, hablamos de nuestro pais y nos burlamos con cierto humor de las extrañezas de los de aquí. He visto pasar a la hija de la panadera. Nunca nos mira, nunca saluda pero camina de esa manera, es en la manera de caminar donde lleva toda la gracia. Se pierde al fondo, en la calle por donde suben las escaleras y dan a la calle ancha. Tengo ganas de lavarme las manos y quitarme el olor a pescado, pero prefiero estar un poco mas aquí, mañana no trabajamos y no quiero ir a la habitación y ver la televisión. MAñana es domingo y prefiero entretenerme un poco. Los chicos quieren ir a un club donde dan alcohol barato y hay mujeres y hablamos con ellas pero preferiría no ir, al final siempre gastamos mucho dinero, mas del que debo. Pongo excusas y me voy paseando. los alrededores del mercado son agitados cuando anochece. Es el mismo escenario pero cambia su aspecto. Paso donde siempre estan los Yonkis. Saludo a ese que me reconoce, alguna vez le doy tabaco y sigo. Salgo a la avenida. Hay tanta gente y cambia tanto la ciudad aquí. La gente va con bolsas de compra, hay colas para los cines y los teatros y parece que entras en otro mundo. No huele a pescado, lo malo de mi trabajo es que siempre huele a pescado, todo, mis manos parece que van a oler eternamente a pescado, que van a llevar inevitablemente siempre esta esencia extraña. Por eso no me gusta ir a hablar con las mujeres del club. Siento que huelo demasiado a pescado y me pongo nervioso y me da por pensar que ellas me huelen mucho y que disimulan pero que en el fondo mientras hablan de otras cosas solo están pensando en ese olor que llevan mis manos. No entro al metro, sigo caminando . Hace buena noche, ya ha llegado la primavera y es agradable caminar por la ciudad tan animada esta noche. Enciendo un cigarro. No tengo ganas de ir a la habitación, cambiar canales anarquicamente. Tampoco quiero encerrarme por que terminaré escrbiendote una carta que nunca enviaré y me dará por pensar en aquello, en todo lo de allá, en los ritmos diferentes, en los olores, en las calles, en las casas, en los dias, aquellos dias, aquello. Miraré por la ventana estrecha que da a una calle estrecha y tendré ganas de bajar al locutorio y llamarte pero será absurdo y no lo haré. Se paso el tiempo, se quedó todo atrás. Tu allí, yo aquí. Pero en el fondo, nadie, nunca, tiene un sitio fijo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Se siente todo tan real...
Puedo oler el pescado.

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