lunes, noviembre 16, 2009

Don Limpio

Después de esto nada volvió a ser igual. Quizá mi exceso con la higiene y la limpieza me llevó mas allá de lo previsible, pero aquella mañana me desperté y me sentía mas sucio de lo habitual, excesivamente infectado. Me levanté con la desagradable sensación de estar muy sucio. De oler mal. Casi corrí hasta la ducha y mas que frotar me rebañé. La esponja se convirtió con mis esfuerzos en un arma dura. Froté con intensidad, tratando de impregnar mi piel con el aroma de ese gel. Fragancia de Bosques, anunciaba la etiqueta del bote. Frote tratando de ahuyentar ese fantasma mal oliente que había en mi. LA esponja recorría cada esquina de mi piel, cada curvatura, cada forma. Restregué una y otra vez sin percibir lo que ocurría. A cada friega mi piel, mi cuerpo, todo, iba desapareciendo. Froté sin percibirlo, concentrado como estaba en hacer desaparecer el mal olor en mi. Salí de la ducha sin notar el cambio. Todas las partes de mi cuerpo que habían sido frotadas por la esponja se habían hecho invisibles. Me asomé al espejo y no ví nada, salvo una dentadura flotando en la nada. Una dentadura voladora. Asumí la invisibilidad total, pero aquel aliento no lo soportaba. Ahora nadie me ve, cierto, pero huelo a flores.

1 comentario:

stel dijo...

Acabo de leerlo. Sencillamente genial.
Muy buenas tardes!!! :)

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