miércoles, noviembre 04, 2009

Este texto

19:22

Lo único que motiva este post son las ganas de escribir, pero tras eso hay vacío. Ganas de escribir, nada mas, ganas sin mas, una fuerza considerable pero sin contenido, o sin imagen aparente. Estas cosas suelen esconder reflejos. Aquí los busco. Arranco este texto sin saber hacia donde va. Es otoño y oigo una conversación lejana, al otro lado de las ventanas. Oigo el ronroneo de la nevera, la luz muy baja de la lámpara que ilumina esta pantalla, estas teclas y algo de la mesa donde se apoya todo esto. No se que coño, en todo esto, me motiva a sentarme aquí a escribir. Hay, creo, un placer difuso, muy abstracto en escribir. Se asemeja a meterte en un laberinto. Como agradable es el tiempo mientras se escribe. Se amolda todo a otra velocidad. Puedes quedarte, como ahora, un buen rato con los dedos quietos, esperando a teclear. Ese gesto, en esa posición, hay algo que me gusta. Se quedan los dedos en el aire, apuntando sin apuntar a unas teclas que tu cabeza aún no ha decidido cuales son, como si los dedos ya supieran cuales fueran a ser esas teclas que se van a pulsar pero tu cabeza lo desconociera. Eso, claro, cambiaría el orden que se sospecha. Son los dedos los que deciden el texto y la cabeza va por detrás, con la lengua fuera. Siguiendo a unos dedos que saben como terminará el texto, mientras la cabeza se detiene a cada frase buscando lo que en realidad los dedos ya saben. Ese gesto, como ahora otra vez, es curioso. Pasan unos segundos con los dedos al aire, colocados indefinidamente sobre ese bosque de teclas. El meñique apunta entre la ñ, la l y la p y la cabeza busca la continuidad, al frase que se cree o se decide que debe ir a continuación. Los dedos avanzan. Tac, tac, tac. Aparecen letras, se va formando este texto que la cabeza persigue. El juego es curioso, porque aparecen las letras y uno sospecha que ha sido la cabeza la que ha decidido esta frase, sin embargo, la palabra aparece cuando yo aún la voy pensando. No pienso: "Escribo esta frase" y la escribo, sino que según escribo "escribo esta frase" voy pensando "escribo esta frase". Claro esto tampoco es del todo cierto, pero como juego me parece gracioso. Quizá es eso el motivo de sentarse cuando ya ha anochecido aquí a escribir, ese sensación de juego. Bien visto escribir tiene algo de disfraz. Al menos en mi caso. Y escribir tiene muchas veces, la forma de una fiesta tranquila. Hay juegos y disfraces. Nadie existe del todo y se puede ser transparente. Se puede ser invisible, como ahora, que miro mis dedos que conocen este texto y miro mis manos y mis pies y no están. No hay, no estoy. Esto aparece mientras me hago invisible, entonces freno este texto y salgo a la calle, quizá a tu casa, quizá a tu ducha. Eso, era, claro. Eso quería hacer cuando comencé a escribir este texto

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