viernes, noviembre 20, 2009

El niño caprichoso

No encuentro la metáfora exacta. Estaba pensando en un laberinto, luego he pensado en las ramas de un árbol, seguramente un sauce llorón. Luego he pensado que realmente es mucho mas sencillo. Tiene mucho de juego de espejos y de enredo, pero sobre todo tiene mucho de infantilismo y de capricho y los enredos de un ser humano caprichoso, un niño mimado que cumplió años y le salieron canas y no las aceptó. El gran problema es la intransigencia y determinadas formas de orgullo, también las máscaras. No podemos pretender, por mas que queramos, que en la vida todo suceda bajo el signo de nuestro gusto. Es obvio que la convivencia entre los seres humanos no tiene trucos. Esta suele ser compleja y variable. Cada relación abre universos desconocidos y no hay ciencia exacta para el trato entre los seres humanos, pero si hay una ley ésta es la de ceder y encontrar el equilibrio en ello. No es sano ceder a todo, mas insano no ceder a nada. Ese hombre del que ahora no encuentro la metáfora exacta se pierde en esa regla. En esa imposición en la que si vas en dirección de su corriente te hará sentir un gran amigo, pero al mínimo giro deseará que tu barco se hunda y se desmorone en medio de esa contracorriente. Hay algo más que egoísmo en ese gesto, hay algo más turbio y deshonesto que el egoísmo en ese deseo. No encuentro la metáfora para ese camino mental. No es un laberinto. Es menos enredado que un laberinto o las ramas de un árbol. Es mas evidente. El problema es que es demasiado evidente. Todos, o casi todos, hemos actuado para hacer sentir mal al otro. Todos hemos despreciado, hemos manipulado, hemos detestado. Yo lo he hecho, no una vez sino mil. He despreciado, he actuado para hacerlo saber. He mirado mal, he dicho frases duras, he manipulado realidades para hacer sentir culpable a otro. Miro a mi alrededor y veo que en general todos lo hacemos. Esporádicamente, con mas o menos frecuencia, pero todos lo hemos hecho. Este hombre sin metáfora vive en ese viaje. Ese viaje doloroso y mal oliente. Hay dos caras en su realidad. Cuando el viaje va a favor he visto un tipo amable, sensato, sensible, amable, entrañable, profundo, cálido, enérgico, reflexivo. Cuando va en contra he visto el gesto del daño, el daño que destruye todos los adjetivos anteriores y todos los paisajes de su alrededor. Me recuerda al mal olor. A ese olor que te lanza levemente hacia atrás. Me recuerda a eso, al mal aliento. Ese aliento que viene de una digestión terrible. Ese aliento que afecta la conversación con quien se habla. Ese aliento que rompe cada palabra del que te está hablando. Tratas de mantener el tipo pero ese aliento intenso te afecta y te mantiene desconcertado. Quieres ignorar ese aliento que te viene directamente mientras el otro habla, pero no puedes. He encontrado la metáfora. No es un laberinto, no es un árbol. La metáfora era mas desagradable. El texto debería empezar hablando de eso. Un olor terrible que te echa hacia atrás. Uno de esos olores que se rechazan.


Me hubiera gustado no escribir este texto

3 comentarios:

CUIDA TU ALIENTO dijo...

El mal aliento es un problema común de la condición humana, que nos puede afectar a todos. Para más información, y aclarar el mito de su relación con la digestión, visite www.cuidatualiento.com

Anónimo dijo...

Jamás te imagino en ese otro plano de hacer daño, pero es el lado oscuro inherente a todos nosotros. Todos lo hemos hecho, y más probablemente que lo volvamos a hacer. De cualquier forma, me siento entre los privilegiados que conocen de tí ese lado maravilloso que no encontré en nadie más, y desde ya sé que igual a tí no encontraré más.

CL

Anónimo dijo...

Muchas veces desde otros lados tuve ese mismo sueño y llore el daño, y no era un laberinto en el que perserse,ni era un arbol en el que se pudiera descansar bajo sus ramas, pero si una metafora en la que rezas porque ese viento sople hacia otro lado.

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