jueves, noviembre 19, 2009

Días sueltos

Fuimos juntos a un concierto. A mi me gustaban mucho los teloneros, a ella el grupo principal. El telonero no estuvo mal, arriesgado, solitario pero algo impreciso. Había en la figura de aquel tipo algo que me conmovía. Su estatura, su delgadez, el rostro marcado por un gesto infinito. Había algo tierno y triste en aquel individuo. Aquellas canciones aéreas y vaporosas sonorizaban toda una historia infantil que me imaginé sobre él mientras ejecutaba el repertorio. Me imaginé una infancia solitaria. Sospeché que la música había sido en aquel niño una especie de amigo invisible. Luego terminó su concierto y abandoné esas reflexiones. Me puse a hablar con ella de una web de videoclips y bebimos un par de cervezas. Apareció el grupo cabeza de cartel. En el primer acorde, ella se giró y me miró sonriente: " Me encantan" dijo con emoción. Durante esa primera canción la miré desde atrás, la perspectiva era hermosa. Su pelo, la forma de su cabeza, hacía contraluz con los focos movedizos del escenario. A ratos su pelo era azul, rojo, casi blanco. Movía la cabeza suave, y yo puse mis manos en sus hombros. Sospeché que aquello tenía buena pinta, ella era preciosa y sentía algo emocionante con ella. Durante toda esa canción, quizá las tres o cuatro primeras, sentí que volvía de esa anestesia emocional, de ese letargo sensitivo en el que vivía en los últimos tiempos, incluso en el arranque de la quinta o sexta canción, un autentico himno emocional, le di un beso suave en los labios, al separarlos ella me miró y sonrió de nuevo y en medio del estribillo dijo :"Me lo estoy pasando genial". El concierto luego fue perdiendo fuerza, la repetición de la formula hacía que aquello no entrara tan fácil sino que aquella canciones empezaban a generar una sensación parecida al hastío. Lo que era emocionante al principio se volvió predecible al final. Al terminar el concierto terminamos en su casa. Ella compartía piso con una alemana que escribía sobre moda y hacía poemas electropunks, lo cual nunca me quedó muy claro que tipo de poema encerraba aquella etiqueta. Nos acostamos e hicimos el amor por primera vez. Me quedé a dormir ahí. A medianoche me desperté de repente y me desvelé sin descubrir cual era el motivo. Ella dormía profundamente. La miré y sucedió ese juego extraño de la oscuridad, que la tiniebla me devolvía un rostro que no coincidía exactamente con el de ella. Esas variaciones de las sombras y la ausencia de luz que modifican nuestra visión y varían los rasgos creando un rostro semejante pero no idéntico al de la persona que realmente conocemos. Tuve ganas de ponerme en pie, caminar hasta el salón y acostarme en el sofá, pero la falta de confianza me producía inseguridad y me quedé quieto en la cama. Recordé al músico, la telonero del concierto. Ese rostro tiernamente triste, esa música onírica y lejana. Miré la hora y ví que aún quedaba noche por delante. Me puse en pie y caminé hasta el salón a oscuras. Me asomé a una de las ventanas del salón que daban a una calle. Me parecía raro percibir la ciudad desde ese lugar no habitual para mi. Escuché unos sonidos, venían de la habitación de la alemana. Apareció por el pasillo en ropa interior, encendió la luz y me miró con mala cara. Con una sonrisa dije que me había desvelado, pero ella no contestó, caminó hasta la cocina y se quedó allí un rato. No supe que hacer, si volver a la habitación y quedarme dando vueltas en la cama o quedarme en esa ventana pensando que todo era extraño, lejano, solitario, como la música del telonero. De la cocina venían ruidos y un reflejo de luz. Mucho rato después la alemana volvió a pasar, me miró y me pasó un papel. Escrito a mano había un poema, la miré y le dije que no sabía alemán, que con gusto lo hubiera leído. Ella recogió el papel, me miró y lo empezó a traducir en voz alta. El poema me pareció una mierda, pero según lo leía la alemana me iba pareciendo cada vez mas atractiva. Al terminar el poema, nos revolcamos en el sofá. Seguramente fue el peor polvo de mi vida porque ella apareció por el fondo del pasillo y nos vio desnudos y poseídos en el suelo a la alemana y a mi. Encendió la luz del salón y recobré el rostro que la oscuridad de su habitación había variado. Ella nos miró y dijo que podíamos haber sido ligeramente mas discretos. La alemana se puso en pie, todavía desnuda y la abrazó a modo de disculpa. Yo pensé que quizá aquella escena tenía mucho de poema electropunk o que seguramente había algo de cualquier tipo de poema en ese instante, también pensé que era bastante torpe y me recriminé a gran velocidad interior, bastantes actitudes y rasgos de mi personalidad. Minutos después estaba solo de nuevo en el salón. Me puse el pantalón y salí a la calle. Caminé mucho rato memorizando algunas frases sueltas que había oído del poema traducido de la alemana, también recordé su pelo en contraluz con los focos del escenario en el concierto. Mucho rato después, casi al amanecer, llegué a casa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La palabra "teloneros" es mortal. No conozco otro lugar donde les llamen igual. Lo mismo que "caligüeva"...nada la supera.

Epa, la palabra de verificación es "superdurr" cof cof ¬¬


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