lunes, junio 01, 2009

La última escena

Al fondo de un pasillo que me recordaba a algo que nunca había conocido pero que parecía incrustado en mi memoria, pude ver por primera vez la figura de Tomás A. Caminé con la expectación de los días de viaje acumulados, del cansancio de avanzar hacia lo desconocido y de la indudable tensión de conocer al hombre que tanto había buscado. Caminé transformando la porosa imagen inicial en algo concreto. La imagen inmensa de un hombre con ciertos rasgos de gigantismo. Saludé primero:

.- Buenos dias. Usted es Tomas A. ¿Verdad?

.- Si. ¿Con quién tengo el placer de hablar?

.- Con su asesino

No cambió el gesto. Tomas A. vivía, seguramente, en una permanente amenaza y no era yo, seguro, el primer hombre que se presentaba en aquel lugar que algunos llamaban "la casa de gobierno". Me invitó a sentarme con voz pausada mientras dejaba lo que leía, un cuaderno de cuero donde pude distinguir una letra escrita a mano.

.- Este es el diario de mi último enemigo. No le maté yo, créame. Aunque muchos dirán lo contrario. Me interesan estas lecturas. Están escritos todos los días previos al intento de asesinato que tenía planeado contra mi. Leo esto tratando de no verme en ese que describe y ciertamente yo también siento odio por ese hombre que retrata. Leyendo este cuaderno siento odio por mi mismo y no es agradable. Podría estar horas, una vida entera para tratar de convencerle de que yo no soy ese, pero las pasiones humanas se manejan ajenas a las palabras. Seguramente usted o quien le mande a usted, me odia y su fin será eliminar mi figura del planeta. ¿Que despierto en los hombres?.

.- Es usted un hombre terrible. No creo en la muerte como solución pero usted es algo mas que un hombre, usted es la tragedia, el drama, el dolor. Usted es mas que un virus, que una agonía impuesta, mas que la muerte misma. No hay solución en usted, la solución está sin usted. Hay tantas personas en esta mano que empuña esta pistola que tengo un deber mas que moral, mas que ético. Todo a su paso se devasta. Es un cancer, una epidemia en si mismo.

.- Y si le pido perdón. Si le pido perdón de verdad, de corazón. Arrepentido.¿ Podría trasmitirles mi perdón a todos los que, con usted, empuñan esa pistola?. Lleve mi arrepentimiento. Mi cambio. No sigo, pero no es en la muerte donde debemos sanar esto. Es en mi mismo. No habría un mayor triunfo que detenerme aquí y deterner mi muerte.

.- Eso nunca sucederá.

.- Si sucederá.

Miré sus ojos y le creí. Disparé al techo. Sentí primero nervios, luego pánico, pero le creí. Me levanté y deshice el camino. Lancé la pistola al río. Subí calle arriba y me crucé con un niño que corría tras un balón. Detuve el balón con el pie y se lo di al niño. Aún hoy no se si la decisión fue correcta. no he vuelto a tener contacto con el mundo.

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