lunes, junio 01, 2009

Ahora mismo

Huele a cena en el patio. Viene el murmullo lejano de una conversación, algo de música que no logro identificar. Ha pasado un pájaro por el hueco del patio y ha desaparecido. Ha desaparecido, también, la mosca que observé esta tarde. Suena un pájaro constantemente. Suena un aire acondicionado y de la campana de humos del restaurante que sale arriba del patio. Esos dos sonidos me recuerdan a Caracas y al escribir esto he recordado a Marian otra vez. Una chica que besé en Caracas con catorce años y de la que jamás volví a saber nada. Inevitablemente ese recuerdo me está llevando a otros recuerdos, a un nombre: Enrique Martinez. Detrás de ese nombre me han venido un montón de imágenes a una velocidad que la escritura no puede igualar. La cabeza recuerda tan rápido y es tan inalcanzable recrear ese recuerdo que renuncio a escribirlos para pasar a escribir lo que ha venido, después, tras muchas imágenes y sensaciones en un espacio brevísimo de tiempo: La entrada de la estación de metro de Petare. A su vez la imagen me ha traído sensaciones olvidadas. Y de repente y sin aviso previo, de nuevo, estoy aquí. Ahora hay bastantes pájaros sobrevolando el hueco del patio. No se porque se mueven así, en círculos irregulares, caóticos. Son muchos, van y vienen, sin avanzar. Como si esperaran algo preciso en ese lugar exacto, alrededor de ese casi círculo que trazan . Se ha encendido una luz en casa de una vecina que casi nunca he visto. Es argentina, algo antipática y nada atractiva. Tiene mas o menos mi edad, siempre la veo sola. No contesta el saludo o si lo hace es como volviendo de un lugar mental que debe ser ciertamente parecido al movimiento de los pájaros ahí arriba. La memoria, de nuevo se activa, he recordado otros vecinos, en otros edificios, en casi lo que podría llamar para mi mismo, otras vidas. En eso mi edificio de Barquisimeto es clave. Soy muchas de las cosas que soy por los vecinos de aquella época que finalmente son los amigos de la adolescencia, y siempre he pensado que los amigos de la adolescencia son casi, con los que aterrizas en la isla de robinson que son las vidas de cada persona. Vivimos en islas y eso se viene a comprender en la adolescencia. Con los amigos de esa época se forma un archipiélago, extraño, confuso pero poderosamente importante. Tu archipiélago. Luego pasan cientos de milenios y te haces adulto y el archipiélago sufre sus variaciones, sus desplazamientos y sus movimientos volcánicos, pero no deja de ser el archipiélago. Vuelvo a esta isla, sigo en el patio. Hay mas pájaros que antes, aún no anochece. Creo que este es el momento mas acojonante del día. Suenan mas pájaros, suenan platos en otra cocina, la luz es notablemente mas suave, nadie mas ha encendido la luz. Suenan los tubos y recuerdo Caracas, el edificio donde viví en Caracas. Las sensaciones de aquellos atardeceres de hace casi 20 años. Sonaban los tubos del centro comercial que había al lado y me asomaba a la ventana y pasaba gente de un lado al otro del último piso del centro comercial que estaba al aire libre. En ese piso que era una especie de azotea del centro comercial se sentaban parejas. Se va la luz, cada vez mas rápido. Este es el presente, mi presente, del único del que puedo hablar. Aún así es inabarcable. Pasan imagenes, suenan cosas, recuerdo, percibo. Estoy anclado en este instante caduco. Se acaba y sigue. Nada quedará dentro de algunos años. Moriré, morirán los pájaros, morirá la vecina argentina, morirá toda la gente que pasba por aquella azotea del centro comercial de Caracas. Morirá todo y sin embargo sigue. No se porque pero esto ya no me duele. Acepto el trato, acepto la muerte a cambio de esto, de vivir este montón de presentes. Estoy vivo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por dios...creí haberlo leido todo. Creí haber disfrutado otros posts, otros blogs. Pero nada. Absolutamente nada como esta entrada. Hay algo de esos archipiélagos que sigue perteneciendo a mi vida. Eres real, y eso me aterra y me maravilla. Suelo confundir con frecuencia y mucha facilidad los recuerdos y las fantasías. Pero tú, amigo mio, eres un recuerdo real que no ha caducado.

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