lunes, junio 29, 2009

La primera palabra

Se me acaba de caer la primera palabra de un cuento que pretendía escribir. La llevaba entre las manos, aún caliente, después de haberla cocinado a fuego lento, siguiendo con cuidado la evolución de su proceso. La limpié las ramas, la lavé, le quite la piel para hacerla suave. La receta era sencilla, la puse en un recipiente de barro, eché sal, un poco de aceite y comino. La dejé haciéndose, a veces me asomaba y veía como la palabra iba cogiendo ese color dorado de las cosas que van a quedar bien cocinadas. Atendí pacientemente, miraba con frecuencia, olisqueaba esperando el aroma que desprenden las cosas en su punto justo. La casa se lleno de ese agradable olor, el olor de esa palabra que con esmero iba preparando. La retiré del fuego, esperé unos minutos y la cogí con las manos, como reza la tradición, para traerla hasta el texto y en el camino, no se si por torpeza o por que aún quemaba, se me ha caído de las manos. Un segundo. Menos, mucho menos. Que poco duran esos instantes que lo cambian todo, que modifican el curso de las cosas. Un instante y la palabra quebrada, diluida, esparcida como un río desbocado. Cada letra en una esquina, deformada, sin ser letra, sin unirse en palabra. El sentido invisible de las cosas que pierden su forma. Aún permanecía el olor, si, como un recordatorio de mi torpeza, de lo que pudo ser la primera palabra de un cuento eternamente inexistente. Aún huele, aún permanece el aroma. Como el alma de ese cuento no nato, que jamás fue, que nunca existió. Aún permanece ese aroma a palabra y aún no recojo los restos del accidente en el suelo, ahí están sus formas sin forma, ahí están sus letras esparcidas. El vestigio de algo que jamás fue.

1 comentario:

illot dijo...

Muy bonito jefe.

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